Por el Padre Martín Ponce De León
Hace pocos días, mi hermano en su columna, hablaba de los seres que se brindan desde el silencio y la generosidad.
A medida iba leyendo su columna venían a mi mente los rostros de diversas personas que, gracias a Dios, he tenido la oportunidad de conocer y se mueven desde esas premisas.
Son seres muy normales y nada de sus vidas les hace ser llamativamente originales.
Son seres que, mágicamente, unen una sencillez de vida con una generosidad desbordante.
Sus vidas podrían ser muy cómodas pero, parecería, necesitan de esas realidades que le dan un sentido muy especial a su quehacer.
Por lo general son personas que, parecería, viven a contra pelo con su entorno puesto que suelen ser no comprendidas y, muchas veces, cuestionadas por un estilo de vida que puede resultar inaceptable.
Es que es muy difícil poder entender la felicidad de alguien que hace de su vida una opción que, para muchos, carece de sentido.
Puede resultar imposible de comprender que alguien sea plenamente feliz inmerso en una realidad donde los problemas ajenos son el pan de cada día y la fuente de felicidad.
En oportunidades son seres que se ven superados por la realidad ya que los problemas no se limitan a cuestiones materiales sino a esas cuestiones humanas que siempre resultan muy difíciles de acompañar.
Lo de esas personas no se limita a resolver problemas sino a ayudar a que se ayuden a ayudarse para encontrar caminos de solución. Hacer tal cosa siempre es desgastante puesto que los demás poseen un ritmo para transitar por sus procesos vitales que deben ser respetados y acompañados.
Sin pretenderlo ni buscarlo, estas personas, se vuelven referentes para la vida de quienes acuden a sus vidas buscando una colaboración.
La colaboración de una chapa para reparar una rota en el techo de su casa o la colaboración de un consejo ante un problema de relacionamiento.
Son seres que siempre tienen un tiempo para estar disponible y actúan como si no tuviesen ninguna otra tarea que realizar ya que con prisa para acudir a donde se le requiera.
En este hoy donde lo material es muy importante y, para muchos, lo económico hace y dice de la felicidad, estas personas se mueven por prioridades que nada tiene que ver con ello.
Es por ello que resultan, para muchos, seres que no se comprenden o no se entienden y, por tal motivo, se cuestionan o se busca hacerles dejar eso que les hace felices.
Esto hace que su entrega sea mucho más admirable y que su felicidad sea más disfrutable.
Debo reconocer que me manifiesto un admirador incondicional de tales personas puesto que sé lo nada sencillo de su compromiso vital.
Uno, por función, puede tener una opción similar y conocer lo desgastante que resulta tener una vida que busca ser coherente pero ello no es otra cosa que una búsqueda de fidelidad con la función asumida.
Pero, para esas personas, es un añadido a su actividad cotidiana. Un añadido que siempre realizan con una sonrisa a flor de piel y dedicando el tiempo que se le requiera.
Me resultan seres admirables puesto que lo suyo es un ejemplo que me cuestiona en lo más profundo de mi actividad. Si ellos pueden hacerlo, yo que me hice cura para servir, debo hacerlo con muchísima mayor entrega, dedicación y gratuidad.
Me resultan seres admirables porque saben hacerlo con amor y desinterés mientras uno, en oportunidades, lo hace como parte de actividad y cumple con ello.
Por eso es que, a mi admiración, añado mi oración por esas personas para que nunca dejen de existir para que nos comprometamos más en nuestro quehacer motivados por sus ejemplos.
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