Por el Padre Martín Ponce De León
Tenía todo, relativamente, armado.
Los jueves pasábamos por su casa a buscar el postre.
Con su característica generosidad había asumido ese compromiso y no fallaba.
Un tiempo después dejamos de pasar por su casa puesto que se había integrado a dar una mano.
No solamente sabe de cocina sino que lo hace con cariño y gusto.
Durante todas las mañanas de los jueves cocinaba para nuestra “Mesa Compartida”
Muy poco tiempo después se integró, también, los días martes.
En lo personal ello me significó un tremendo alivio puesto que él sabe de cocina y yo nada.
Podía competir con el cariño en realizar la tarea o en la generosidad pero ello no hace a lo que se sirve en los platos.
Él sabe cocinar, lo hace con gusto y es de total confianza y por ello…
Sí encontré mucho más que una mano solidaria.
Siempre que, cada día de comedor, le preguntaba: “¿Se precisa algo?” su respuesta no se hacía esperar: “Todo bajo control”
Una vez que tenía todo encaminado se sentaba a tomar unos mates y allí teníamos la oportunidad de conversar.
Su familia, sus años en primaria, las escuelas del interior y su pueblo natal eran sus temas preferidos.
Siempre muy tranquilo para conversar sin prisa y con mucho respeto de los demás. Muy pocas veces dejaba traslucir una crítica hacia cualquier otra persona aunque sí era crítico de la situación o de algunas realidades.
El sábado le vi en una misa.
El domingo me lo imaginé varias veces. “Yo no duermo siesta muchas veces sino que me meto debajo del aire y me entretengo con algo de la tele”
Yo me lo imaginaba metido dentro del aire acondicionado puesto que el calor era demasiado notorio.
Sus varios kilos le hacían sufrir el calor y transpirar en abundancia.
El lunes me llama su esposa para decirme rece por él puesto que estaba en CTI y su estado no era bueno.
Debo reconocer que la noticia me resultó un golpazo por lo inesperado de la misma, porque aprecio mucho su entrega y disponibilidad y porque desarmaba todo lo armado.
Había puesto sobre sus hombros dos días de actividad con todo lo que ello significa. Sabía que podía retirarme puesto que él quedaba y ello me daba muchísima tranquilidad.
Ahora todo cambiaba y se hacía incertidumbre.
La noticia me llenó de sorpresa y me resultó un golpe que no esperaba. Era, sin duda, un duro golpe.
Duro golpe para su familia puesto que ha puesto allí, como no podía ser de otra manera, lo mejor de sí.
Duro golpe para el grupo de “leones” del que forma parte puesto que sé lo mucho que significa.
Duro golpe para nuestra “Mesa” puesto que se había transformado en un indudable referente.
Ahora solamente se puede rezar, confiar y esperar.
Una parece insuficiente aunque sepa es lo máximo por hacer. La otra se llena de preguntas puesto que es imposible saber qué es “lo mejor” y la última se vuelve demasiado puesto que uno desea sea lo más pronto posible.
Mientras tanto, seguir caminando sabiendo ello ha de ser nuestra mejor oración por su pronta recuperación.
Columnistas