Por Gustavo Varela
Esta semana pasada, el país entero asistió impávido, a un enorme debate, sobre la decisión de una Intendente, de realizar un festival de música, donde se gastó, según lo expresado por la autoridades involucradas, en la friolera de U$S.900.000, habiendo tenido un retorno, en entradas vendidas, también según lo expresado por dichas autoridades, de U$S.250.000, O sea que el saldo fue U$S.650.000 que salieron de los bolsillos de los contribuyentes, para pagar el déficit ocasionado, por la contratación de artistas extranjeros y locales, a los que se pagó sumas de dinero, que a simple vista son excesivas.
Convengamos que eso mismo jerarca, es quien acusa, entre otros pánfilos, a no asistir a los más necesitados, por parte del gobierno nacional.
Como habrá advertido el lector, he intentado ser lo más objetivo posible.
Es cada vez más creciente la práctica, por parte de muchas jerarquías, que por fuera de toda norma, y evadiendo el objeto que la Constitución pone a cargo del mismo, se dedican más a entretener a la barra política e ideológica, que a cumplir con los cometidos gubernamentales.
Mientras tanto, el grueso de la población, aquellos que cada vez más son apolíticos, tienen que padecer las enormes deficiencias de infraestructura y mal mantenimiento que tienen las localidades.
Caminos destrozados, calles que se encuentran intransitables tanto por pozos, como por deterioros del pavimento, basura desparramada por todos lados, luminarias que no se reponen, que serían las tareas mínimas que habría que llevar a cabo.
¿Qué es lo que lleva a las diferentes jerarquías a ser tan displicentes con los bienes públicos?
¿Qué es lo que lleva a nuestros gobernantes, a dejar de tener en el radar las responsabilidades para las que pidieron el voto a los ciudadanos, a cambio de entretener a una porción ínfima de la población, pidiéndole un esfuerzo descomunal, a quienes no piensan igual?
El único argumento que se me presenta, es que están tan desesperados por llegar nuevamente al poder, o lo que es lo mismo, de no perderlo, que son capaces de todo, aún de “prender fuego a la pradera”, como comúnmente se dice.
¿Cuándo vamos a entender que, el clientelismo político, el populismo puro y duro, la displicencia de los números, el sí fácil, llevan paulatinamente hacia el desbarranco de las sociedades, pues se van acumulando problemas, que al principio se pueden disimular, pero que luego son imposibles de dominar, y que afecta más, a largo plazo, a quienes más necesitan?
Quien no está distraído, habrá percibido que he escrito en forma innominada, sin atacar a nadie en especial, ni a alguna forma de pensar en particular, pues todos los partidos políticos padecen de buenos, regulares o malos administradores.
Tenemos que intentar colocar en los cargos de administración y dirección, que son los cargos ejecutivos, a aquellos que no tienen temor de llevar el timón de mando con mano firme y justa, a quienes no le teman a decir que no cuando no se pueda, para decir que sí a aquellas cosas que le facilitan, o le solucionan problemas a la mayor cantidad de gente posible.
Salto tuvo en el pasado muy buenos gobernantes que han dejado obras que hasta el día de hoy perduran.
No sigamos eligiendo gobernantes incapaces, que se dedican a dejar venir a menos o a destruir, lo que a otros les costó tanto construir.
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