viernes 26 de abril, 2024
  • 8 am

Presos

César Suárez
Por

César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
Leyendo los diarios y escuchando y mirando los informativos sin duda que las noticias más trascendentes de cada día están referidas a toda clase de delitos tales como robos, rapiñas, lesiones y asesinatos que se van multiplicando en los transcursos de las noticias.
Nuevos recursos tecnológicos hacen que se pueda identificar a los delincuentes en forma más eficientes, ahora proliferan cámaras de alta definición que instala el Estado en las calles más conflictivas a lo que se agregan todas las cámaras particulares que dispone cada comercio o los hogares que ayudan a recomponer la escena de cada delito.
Lo que hasta no hace mucho tiempo parecía imposible, innumerables delitos quedan filmados en alguna parte a las que pueden acceder los investigadores policiales para facilitar la pesquisa de los autores.
El aumento incesante de detenidos en cárceles a llegado a cifras no imaginadas hace 20 años cuando nos parecía que cinco mil presos era una exageración, pero ahora esa cifra se ha triplicado a pesar de que la población del país se ha mantenido en las mismas cifras.
En la actualidad, uno de cada 250 uruguayos está preso que a su vez pertenece a un núcleo de influencia propio, con esposa, hijos, padres, tíos formando en la gran mayoría de los casos núcleos de familia de dura pobreza ampliando el grupo de personas involucradas.
En el otro extremo, está la policía cumpliendo con su responsabilidad de reprimir los delitos, encontrar a los delincuentes, bajo situación de riesgo, viviendo una situación de estrés permanente, cada uno de los agentes y la familia que lo rodea lo que hace que esta situación vinculada a la transgresión de la ley termine por involucrar, entre los que cometen delitos, sus familiares, los policías, sus familias, decenas o cientos de miles de personas tocadas por esta situación.
Si todo esto fuera poco, las personas detenidas, procesadas o no, viven en situaciones deplorables dentro de los recintos carcelarios que, en vez de centros de reeducación, son centros de frustración, de resentimiento, de depresión y hasta de pérdida de la dignidad humana dónde más que un lugar donde el Estado ayude a la reflexión se parece más un lugar de venganza de la sociedad ante el daño cometido.
Los presos, están detenidos a su vez en un medio hostil donde se siguen cometiendo delitos dado que ahí dentro no hay nada que hacer más que esperar que el tiempo transcurra y dónde los días se hacen largos, interminables.
Cuando son liberados, comienza otro drama. En su currículo está la “mancha” de haber estado preso lo que hace poco menos que imposible conseguir un trabajo o un medio de vida y como de algo hay que vivir y al no haber de donde sacar, un alto porcentaje vuelve al delito y vuelven a la cárcel, agravando aún más la situación personal, familiar y social que nos termina por afectar a todos porque el estado gasta millones de dólares en mantener encerrado a 15.000 personas y no sólo que no arregla nada si no que agrava el problema.
Los que actúan al margen de la ley son sin duda un problema para la sociedad y como cualquier otro problema que la sociedad tiene, requiere una solución por ser una complicación para el sistema, pero también por ser una parte de nuestra sociedad inseparable.
Así como se construyen puentes para organizar transporte, se mejoran los medios de comunicación, se intenta optimizar la educación, se mejoran las infraestructuras físicas del Estado analizando meticulosamente los instrumentos logísticos, técnicos y de recursos financieros, para intentar solucionar cada necesidad que la población tiene, será necesario analizar con el mismo esmero las causas que han llevado a cada individuo a transgredir la ley y poner el foco en rescatar para la sociedad la mayoría de los disruptivos analizando las causas que llevaron a cada uno a cometer esa falta y luego ofrecerle una oportunidad de reinserción que será por lo menos más barato que mantenerlo presos o andarlo persiguiendo para encerrarlo de nuevo.