Por Gustavo Chiriff
Durante las últimas décadas, gran parte de la humanidad ha mostrado preocupación por como se viene acelerando el deterioro de los entornos naturales, lo cual ha derivado en innumerables publicaciones ecologistas sobre este proceso, llamadas de alarmas de científicos especializados, manifestaciones masivas en distintos países, reclamando que se cambie el sistema actual económico y no el clima.
La crítica situación ecológica mundial, que se evidencia en los procesos de cambio climático, agotamiento de recursos naturales y degradación ambiental, que ha comenzado a arrastrar a la humanidad a una catástrofe irremediable. Y esta amenaza no es algo a futuro, sino un proceso que claramente lo estamos viviendo hoy, cuyos efectos ya se sienten y que, de continuar el irracional derroche consumista generado por la lógica del capitalismo, comenzara a incrementarse en las próximas décadas, hasta provocar un daño irreparable a las condiciones necesarias para la vida en el planeta.
Desde el “Informe Brundtland” en 1989, luego el Protocolo de Kioto, en 1997 y pasando por distintas “Cumbres de la Tierra”, lamentablemente, no han producido resultados que permitan a la comunidad internacional detener, o al menos disminuir sustancialmente, el acelerado proceso de deterioro ambiental y cambio climático, han fracasado rotundamente, tanto por la insuficiencia de los acuerdos adoptados, como por la voluntad nula mostrada por los principales países contaminadores en su cumplimiento.
De diagnósticos y pronósticos sobre las consecuencias irreversibles del productivismo capitalista, que atenta contra los recursos naturales y la tierra en su forma más despiadada de explotación, existen bibliotecas, pero el fondo de la cuestión es que el deterioro del medio ambiente nunca se frenará en el marco del actual sistema de explotación capitalista. Por el contrario, cada vez será mayor, en la medida en la que el crecimiento continúe. El sistema se basa en el crecimiento permanente, por lo que el deterioro seguirá aumentando en la misma medida. El capitalismo funciona con una única premisa: el aumento de beneficio individual rápido, de manera que las inversiones, o los negocios, se irán a los lugares o áreas donde ese beneficio sea máximo. Los costos de producción o del servicio se expresan en términos de mercancía, incluida la mano de obra. El patrón nunca va a incorporar a los costos, el uso y abuso del medio natural. Si tuviera que incorporar estos costos del deterioro medioambiental, se reducirían los beneficios, lo que choca frontalmente con el objetivo básico del sistema.
No solamente es un cambio cultural en el consumo y nuestra propia forma de vida, aun siendo cada uno de nosotros los más conservacionistas, si no cambia el modelo económico imperante en el mundo, donde las grandes potencias siguen maximizando sus ganancias a costa del deterioro del ambiente, no habrá cambio alguno.
El 12 de junio de 1992, en una Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo realizada en Río de Janeiro, Fidel Castro advertía que el modelo de producción capitalista terminaría desencadenando una emergencia medioambiental. “Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo”. Han pasado tres décadas desde aquellas palabras y el cambio climático es hoy una amenaza real para la supervivencia de la especie humana.
Columnistas