sábado 23 de noviembre, 2024
  • 8 am

Gracias por el vino

César Suárez
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César Suárez

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Minervine

Por el Dr. César Suárez
Los seres vivos necesitamos imperiosamente para continuar vivos, aire, agua y alimentos y cada uno de esos elementos son imprescindibles y tienen que estar siempre presentes.
El más imperioso de todos, es el aire que se requiere en forma continua, cualquier ser normal no puede está más de unos pocos minutos sin recibir aire, por su contenido de oxígeno, elemento imprescindible para permanecer vivo; por el alimento y por el agua, podemos esperar un poco más. ¿Qué dice ciencia y la realidad al respecto?
Se dice que una persona normal no puede vivir más de 3 a 5 días sin beber agua, las funciones vitales se alteran de tal modo que se hacen incompatible con la vida, con respeto a la comida, la tolerancia puede ser bastante mayor, se calcula que se puede sobrevivir sin comida ni agua entre 8 y 21 días y si se bebe agua, la sobrevida puede llegar hasta 2 meses.
El agua, no tiene fecha de caducidad, el agua contenida debajo de la tierra tiene miles de años y si no se ha contaminado, siempre está en condiciones de ser bebida, pero puesta a la intemperie y en reposo, rápidamente se contamina con productos orgánicos y desarrolla microorganismos que la hacen no bebible.
Diferente sucede con los alimentos que una vez preparados rápidamente se descompones y se contaminan con microorganismos y se termina por pudrir, lo mismo sucede con las frutas y verduras que no resisten demasiado el paso del tiempo expuesta al medio ambiente, sobre todo, porque hay millones de otros seres vivos microscópicos interesados por cada uno de estos alimentos y su presencia termina por descomponerlos, se fermentan y terminan por hacerlos no consumibles.
Hoy día, en áreas debidamente pobladas y en condiciones de normalidad, podemos acceder a los alimentos frescos en forma diaria, sólo hace falta tener dinero para poderlos adquirir y los alimentos que se envejece y se contamina con microrganismos, se suele descartar.
En épocas muy antiguas, acceder a los alimentos era una tarea complicada porque la gente no tenía otra alternativa que vivir con lo que proveía la naturaleza dependiendo de la época del año había que recurrir a lo que se podía conseguir, lo que proporcionaba la caza y los frutos de la naturaleza, sobre todo, frutas naturales, que dependía de cada estación y no tenían forma de conservarla por más que la acumularan en vasijas donde los microorganismos se hacían un festín.
Hace como 8.000 años (o sea, 6.000 antes de Cristo), seguramente, alguno se dio cuenta, que esa fruta podrida y fermentada, generaba un líquido, que al descartar los hollejos, alguien se animó a probarlo y no le desagradó y hasta se dio cuenta que le producía una especie de alegría, seguramente enseguida compartió su descubrimiento y les gustó tanto la idea que comenzaron a dejar pudrir la fruta a propósito y a través de la uva, surgió el vino y a partir de ese momento, la fruta podrida dejó de ser una desgracia y comenzó a ser una bendición.
Desde entonces, el vino pasó de ser un accidente a ser una industria que se mantuvo hasta nuestros días donde nos hemos dado cuenta que a diferencia de cualquier otra cosa, el vino, cuanto más viejo mejor gracias a eso desgraciados microorganismos que pudren la comida, se transformaron en héroes de los que les gustan marearse de vez en cuando o en forma permanentes.
La historia ha ido generando múltiples estrategias para producir diferentes tipos de vino.
Una vez se reunieron un grupo de bodegueros y mientras departían, uno le dijo a otro: aquí como me ve, yo conozco 35 formas diferentes de hacer vino, como 35 respondió el otro, ¿uva y qué más?, a lo que el otro le interrogó, ¿uva?, ¿está seguro?, ¿está seguro que con uva se puede hacer vino? bueno, entonces, gracias a este dato, ahora conozco 36.
Siempre gustó reunirme con mis colegas, uno siempre se va con algún dato interesante.