viernes 3 de mayo, 2024
  • 8 am

Cuestiones del COLECHO

Gisela Caram
Por

Gisela Caram

73 opiniones

Ps. Gisela Caram
En los últimos años, se ha venido difundiendo una corriente que alentaba a las madres, a dormir en la misma cama que su hijo, más allá de los primeros meses. Si bien es muy placentero compartir espacios y momentos con los hijos, también hay que pensar qué es lo más sano para ellos. ¿A quién no le gusta compartir amorosamente con los más chiquitos momentos que no se van a repetir…? Pero bueno, no todo lo que sucede hay que decir que sí. Se llama colecho al compartir la misma cama. Los límites a la intimidad del dormitorio de los padres o aún de las madres solas, hay que marcarla. Después de tener un hijo, la mayoría de las parejas, transitan una etapa de pérdida de la intimidad. De ser dos, pasar a ser tres, implica un cambio importante en la vida familiar. El que el bebé en sus primeros meses de vida duerma al lado de la cama de los padres, es lo esperado. No más de cinco meses, período en que el bebé se va acomodando a los hábitos familiares, ya no necesita comer a demanda. Por tanto, no hay que levantarse tantas veces en la noche. Estas primeras sensaciones de frustración del bebé, de llorar y no obtener la respuesta que quiere, van armando el aparato psíquico del bebé y haciendo su fortaleza. Si bien es un paso costoso, es necesario darlo para la evolución saludable del niño. Que el padre, ayude a este despegue es fundamental. Ayudar a que el niño pueda lidiar con esa soledad saludable. La que le permitirá mañana, no ser una persona dependiente. El quedar afuera del cuarto de los padres, permite al niño tejer el enigma y las fantasías naturales en los niños. Quedar afuera, les aleja de una erotización anticipada, que se genera a medida que el niño va sintiendo su PODER, llora y consigue lo que quiere. Llora, y agota a los padres. Llora, y el padre termina yéndose a dormir a otro cuarto…así el título de “Su Majestad el Bebé”, le llega como una corona preciosa y una batalla ganada. A lo largo de todos estos años de trabajo, más de 35, he asistido a las diferentes corrientes o “modas”, en cuanto al dormir, bañarse y demás con los hijos. Solo la experiencia de mi trabajo clínico, me ha demostrado que el camino más difícil, es el más firme. Que el postergar algunas situaciones placenteras, es fundamental. Que todo lo que es “YA”, es efímero, pasa y no deja nada profundo… Lo mejor para un niño, es la soledad de su cuarto, que le proporciona autonomía y fortaleza en su vida futura. Sin lugar a dudas no es fácil, a todos los padres les parte el alma, verlos llorar cuando se quedan en su cama; o ya más grandes lloran en la noche, o dicen que ven fantasmas y tienen miedo. Los niños, en la búsqueda de su tranquilidad, y los padres, porque muchas veces no saben ordenar su nocturnidad, están cansados, van aflojando los límites que quieren poner. No poder sacar a los hijos de la cama grande, va constituyendo la formación un síntoma en los niños. Que se verá reflejado a la hora de integrarlos y socializarlos en las Instituciones educativas. Son niños que les cuesta más integrarse, adaptarse, despegarse de sus padres. Los padres tienen el rol principal a la hora de educar, y la responsabilidad de construir pautas y reglas y sostenerlas. Quizás lo que hoy puede costarles mucho, mañana les signifique caminos allanados de la vida emocional de sus hijos. Las fortalezas internas empiezan a constituirse desde que el niño nace. Parte de esa fortaleza, es el pasaje de la dependencia absoluta del otro para sobrevivir al nacer, a la autonomía, al poder ir ordenando en su mundo interno, cuando el otro está, y cuándo no está. En otras palabras, acá es cuando se va construyendo el tipo de APEGO. Hay varios tipos de apego, algunos más evolucionados y otros no. Pero este es un largo y profundo punto que desarrollaré en otra oportunidad.