Celebración de la vida
Por el Padre Martín Ponce De León
Desde hacía mucho tiempo venía preparando algunos detalles de la celebración de su cumpleaños.
Había cosas que corrían por su cuenta. Había cosas que corrían por cuenta de sus hijas y nuera. Había cosas que sus nietos se encargaban de sorprender. Todo estaba organizado.
Por sobre todas las cosas era una reunión de familia y, como tal, era una celebración con bullicio y naturalidad.
Siempre la eucaristía es una acción de gracias, pero mucho más cuando el motivo de la misma es la celebración de la vida.
Con ese motivo estábamos invitados a reunirnos, junto a la mesa del Señor, para dar gracias por su vida.
Era imprescindible culminar su día con dicha celebración puesto que, a su manera, su vida busca estar en Él y para Él.
Desde hacía un buen tiempo había sido invitado a participar de esa celebración. Por tal motivo había reservado ese día para ello.
En el interín surgieron algunas circunstancias que me llevaron a poner en duda mi participación, debo reconocerlo, mucho recé si debía asistir o no. Al final entendí que debía acompañar a esa persona como ella nos había acompañado en tantísimos momentos.
Tal vez, producto de mi inconciencia, tenía la conciencia muy tranquila y, por lo tanto, de no surgir ninguna sorpresa, debía participar, y así lo hice.
Hoy, que han pasado algunos días, miro lo hecho y me digo que valió la pena.
Valió la pena puesto que me permitió el encuentro con muchas personas con quienes hemos compartido muchos momentos. Momentos de actividades o de reflexiones.
Valió la pena porque me permitió revivir muchas situaciones que, sin duda, han sido parte de mi vida durante mucho tiempo.
Valió la pena puesto que todo se me hizo una gran celebración de la vida. El viaje, el reencuentro, la eucaristía y el momento de familia reunida.
Todo era una situación puntual para recordarme de la necesidad cotidiana de celebrar la vida.
Celebrar la vida es movimiento, celebración, encuentro y memoria.
Celebrar la vida es la tarea de la construcción de un mundo mejor, es transformar lo cotidiano en una festividad, es salir de nosotros mismos y brindarnos a otros y es recordar situaciones que hacen a nuestra historia personal.
Celebrar la vida es mirar lo nuestro en relación con el trascendente.
Celebrar la vida es disfrutarla sin la necesidad de quedarnos en los “pero…” que siempre podemos encontrar en ella.
Nuestra vida se hace celebración cuando, verdaderamente, la sabemos disfrutar desde las sencillas cosas cotidianas.
Nuestra vida se hace celebración cuando nos descubrimos con muchísimos motivos para agradecer y lo realizamos.
Nuestra vida se hace celebración cuando brindamos lo mejor de nosotros a los demás.
Nuestra vida se hace celebración cuando experimentamos la dicha de saber que Dios transita la historia junto a nosotros.
Toda la jornada fue una inmensa oportunidad para celebrar la vida y, tal vez, todo habría sido mucho más hermoso si hubiese podido compartir algún otro gesto que dijese de celebrar la vida.