martes 2 de julio, 2024
  • 8 am

Ir al encuentro

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

404 opiniones

Por el Padre Martín Ponce De León
Una de las características del accionar de Jesús, según el estilo de vida que nos presentan los relatos evangélicos, es la de ir al encuentro de las situaciones.
Según parece, no era muy propenso a quedarse establecido en algún lugar. No porque le faltasen tareas sino porque asumió la actividad de ir al encuentro.
Tal manera de actuar tiene sus riesgos para quien lo asume como manera de actuar. Es salir sin tener idea de lo que se puede encontrar. Es salir sin poder llevar respuestas pre establecidas. Es salir sin poder llevar la última palabra bajo la manga.
Ir al encuentro es la necesidad de no quedarse en lo establecido sino arriesgarse a no tener la certeza de lo que se ha de hacer.
Se puede encontrar con alguien que solicite algunas lentejas o un poco de cocoa. Alguien que plantea la necesidad de un colchón o un algo de leña. Alguien que solicita un algo de ropa o esboza una dificultad material. Alguien que indaga por un poco de carne o verduras para la comida. Alguien que solicita una changa o alguien que plantea el drama de algún familiar inmerso en la droga y sus consecuencias familiares. Aquel que no necesita de zapallos, pero, sí, de algunas cebollas.
Para cada uno todo el tiempo y la misma atención. Para cada uno la búsqueda del intento de brindar una solución. En algunos casos, solución que pasa por acercar cosas materiales y en otros escuchar, atender y alentar.
Ir al encuentro es estar dispuesto a comprometerse y, por ello, con disponibilidad a flor de piel. Ir al encuentro es mucho más que, simplemente, cumplir. Es, voluntariamente, ponerse a disposición puesto que, se sabe, le habrán de realizar solicitudes.
Es llegar sin prisa, pero con una sonrisa que diga la auténtica alegría del encuentro.
No hay lugar para las poses o faltas de respeto. Es el encuentro de dos personas que se consideran tales y se tratan como lo que son.
Ir al encuentro es poder llegar a descubrir al Jesús que está en el otro por más que no se hable de Él ni se imponga hacerlo. Es ir al encuentro de Jesús que desde el otro tiene algo para decirme o cuestionarme. El otro, sea quien sea, siempre tiene algo para que me ayude a ser mejor persona, por ello es que debo estar atento para saber escucharle aceptándolo y respetándolo. Podremos discrepar, pero nunca puedo no respetarle y no intentar aceptarlo.
En oportunidades pensamos que el otro es alguien que necesita se le hable de Cristo y nos proponemos hacerlo para que pueda vivir lo que nosotros vivimos y no nos damos cuenta de que pensar así es un grueso error. ¿No es un error pensar que somos los buenos que les debemos enseñar a vivir en Cristo? ¿Qué nos asegura que somos nosotros los correctos en vivencia cristiana y ellos los incorrectos? ¿Le puedo imponer a los demás lo que considero es lo acertado? ¿No parto de un juicio que realizo del otro? ¿Quién soy para juzgarlo?
Ir al encuentro es la actitud que asume quien se descubre necesitado de crecer en Jesús y lo busca entre aquellos que eran sus destinatarios primeros. Es ir al encuentro no para, simplemente, dar sino, fundamentalmente, para recibir.
Ir al encuentro es, para muchos, la necesidad de cambiar el punto de mira. No somos los “buenos” que vamos a enseñar, sino que somos los “necesitados” que vamos a aprender. Así como ellos no temen pedir lo que necesitan, porque lo saben y son conscientes de que no lo poseen, debo aprender a conocer mis necesidades y animarme a pedir ser ayudado a poder superar mis carencias.