Por Carlos Silva
El fin de semana pasado nuevamente volvimos a rencontrarnos en Masoller como hace casi 20 años que marchamos recordando al general Saravia y todo lo que su legado representa.
Allí renovamos nuestro compromiso con sus valores y principios, con sus enseñanzas, pero, sobre todo, con lo que nos dejó a cada uno de los blancos, que es la lucha por el respeto de la democracia y la defensa de las minorías.
Como cada mes de septiembre, los blancos recordamos dos hechos claves en nuestra historia. El primero es la batalla de Masoller, el 1 de septiembre de 1904, la última lucha del general Aparicio Saravia, donde recibe una bala que lo deja herido de muerte.
El segundo hecho es su fallecimiento, un 10 de septiembre en Santiago, Río Grande del Sur, Brasil y con su partida, la muerte de la revolución. Pero también, su despedida física, es el comienzo de la transformación que necesitaba nuestro país por aquellas épocas.
Saravia, entre otras varias cosas, luchaba por el voto universal y secreto. Hace 120 años, en el Uruguay solamente algunos privilegiados tenían derecho al voto, no tenía alcance popular, e incluso se había llegado al extremo de que no era secreto.
El reclamo de Saravia siempre fue por el derecho de los más débiles, por las garantías de los actos democráticos y para que los olvidados de aquel momento, los del interior, tuvieran las mismas opciones que los de la capital.
120 años después, nosotros como salteños queremos seguir luchando por algunas cosas que nos parece que son fundamentales. Queremos seguir gestionando los reclamos del pueblo salteño para que las diferencias que aún existen en algunas cuestiones empiecen a disminuir y desaparecer.
Hoy la lucha tiene que ser por los que menos tienen, los más olvidados y el compromiso es trabajar por todos ellos. Este gobierno encabezado por Luis Lacalle Pou ha dado muestras claras de que lo importante no es solo lo macro, de lo que se hace cargo, sino que también hay que estar presentes en esas pequeñas cosas que cambian la realidad de unos pocos, pero que les hace la diferencia, y ejemplo de esto es el CAIF recientemente inaugurado en Constitución.
Evidentemente que estamos muy lejos de la figura de Saravia y todo lo que él generó, pero sí su legado quedó impregnado en cada blanco y eso es lo que nos lleva a tener rebeldía para pelear por las cosas que creemos justas.
El legado de Saravia está intacto en cada uno de nosotros y en cada blanco, y con orgullo decimos que después de tantos años creemos que también es una figura que ha trascendido partidos y que el tiempo ha demostrado que es un símbolo de que hay luchas y causas justas que la historia las pone en su lugar y las resignifica.
Nosotros queremos poner nuestro granito de arena para que Salto vuelva a ser lo que fue y seamos parte del motor de desarrollo de un nuevo Salto. El legado de Saravia nos obliga, nos inspira y representa la lucha por los más débiles.
Hoy tenemos la fuerza necesaria, el coraje y la determinación, para retomar las batallas que algunos olvidaron, trabajando para que Salto y toda nuestra gente vuelva a tener fe, confianza y aspiraciones de ser un departamento modelo, para ser parte de una sociedad que evolucione positivamente y volvamos a ser los primeros de la fila.
Hoy, como siempre y aún más fuerte decimos, ¡Viva Aparicio Saravia!, ¡Viva Salto!
Columnistas