Por Carlos Silva
Nuestra ciudad, con su historia de pujanza y relevancia regional, enfrenta hoy un escenario político y social marcado por la divergencia entre dos gestiones: la del gobierno departamental, encabezado por Andrés Lima, y la del gobierno nacional, liderado por Luis Lacalle Pou. Esta dualidad plantea una pregunta clave para los salteños: ¿es posible que las diferencias políticas nos sigan apartando del desarrollo que tanto necesitamos?
El gobierno de Lima atribuye gran parte de sus dificultades a la falta de apoyo del Gobierno Nacional. Sin embargo, este relato, que a simple vista puede parecer razonable, no es verdad. Por el contrario, en los últimos años hemos visto cómo desde lo nacional se ha priorizado áreas estratégicas como la inversión en infraestructura vial y la promoción del turismo, sectores que Salto debería aprovechar al máximo y no lo hace.
Entonces, la pregunta que surge es: ¿ha hecho la Intendencia de Salto lo suficiente para alinearse con las políticas nacionales y buscar soluciones conjuntas? O, más bien, ¿ha primado una lógica de confrontación política que nos ha dejado estancados? Es imperativo recordar que la gestión pública no puede ser rehén de las diferencias partidarias. Los intereses de los salteños deben estar siempre por encima de las disputas ideológicas.
El Gobierno Nacional, bajo la dirección de Lacalle Pou, ha demostrado su interés por promover la descentralización y el desarrollo de los departamentos del interior. Sin embargo, para que estas políticas lleguen a buen puerto, se requiere de una colaboración activa por parte de las autoridades locales.
Los Salteños se preguntan si los intereses partidarios del Frente Amplio, están obstaculizando proyectos que podrían transformar nuestra ciudad y al parecer sí. Un ejemplo claro de esta situación, es la falta de avances significativos en el Plan Avanzar, donde el Gobierno Nacional ha puesto especial énfasis y desde acá no ha habido respuesta.
En este sentido, el rol de los representantes locales en el Parlamento, como los Diputados de Salto, se vuelve fundamental. Deben ser un puente de diálogo entre las necesidades del departamento y las políticas nacionales. En lugar de alimentar la polarización política, deberían centrarse en encontrar soluciones concretas para los problemas que aquejan a nuestra ciudad.
Es necesario, además, que la ciudadanía se involucre en este debate. Los salteños no podemos ser meros espectadores de esta dinámica de confrontación. Debemos exigir de nuestras autoridades, tanto locales como nacionales, una mayor coordinación y menos excusas. Salto tiene el potencial de ser nuevamente una referencia en el interior del país, pero para ello necesitamos una gestión moderna, eficiente y comprometida con el bienestar de todos, sin importar el color político.
El tiempo de las disputas ideológicas debe quedar atrás. Salto necesita, más que nunca, una agenda de desarrollo consensuada que priorice la inversión, el empleo y el bienestar de sus habitantes. Solo así podremos recuperar el orgullo de ser salteños y proyectar un futuro más próspero para las próximas generaciones. Por ese camino iremos nosotros.
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