Por el Dr. César Suárez
Cualquiera puede percibir que la dinámica social ha cambiado en forma radical en una transformación que ha comenzado hace no más de un par de décadas o menos, a través del progreso incesante de las herramientas informáticas que ha acelerado todo en un modo inimaginable, la ciencia y la tecnología sacudió la modorra con la creación de instrumentos inteligentes, tan amigables que tientan a cualquiera incluso a aquellos que apenas sabían encender o apagar una radio, se engancharon con las tablets o las computadoras, los teléfonos inteligentes que ya no hay prácticamente nadie que no tenga uno en su bolsillo o más bien en sus manos, con numerosas aplicaciones disponibles dedicadas esencialmente a la comunicación entre personas por escritura, por voz o por imágenes hasta habiéndose creado un nuevo lenguaje a través de los emojis que trasmiten estados de ánimos con una sola tecla o incluso, aplicaciones de jueguitos o el acceso a videos divertidos que han modificado en forma trascendente la rutina de las personas como si una rara fuerza diabólica nos llevara a una suerte de adicción zómbica hasta hacer perder la capacidad de comunicación presencial con el que se tiene al lado.
Por otra parte, estos sistemas informáticos han evolucionado en forma acelerada más allá de lo imaginable, tanto que se hace difícil seguirles el ritmo, aunque los más veteranos, con la ayuda de los nietos (porque los hijos no te dan bolilla) siguen empapados con las nuevas herramientas generando la capacidad de estar en cualquier sitio sin estarlo y agilitar a esas neuronas que se van anquilosando al no ser usadas.
Estos sistemas informáticos tiene la virtud de permitirnos acceder a cualquier información al instante como si fuera un cerebro auxiliar que piensa y razona por nosotros pero a pesar del gran desarrollo que han adquirido esta máquinas casi robóticas, hay ocasiones, cuando tienen muchos archivos abiertos en forma simultánea, se “cuelgan” y quedan sin la capacidad de seguir funcionando, lo que nos lleva a la necesidad de “resetear” el aparato, cerrar todos los programas, apagarlo y encenderlo luego nuevamente para que acomode sus circuitos.
Algo parecido nos sucede a las personas en estas circunstancias actuales que debemos estar atentos a tantas variables atendiendo a tantos” archivos” en forma simultáneas con una lluvia de estímulos que nos llegan de todas partes que nos hacen creer que necesitamos cosas que no necesitamos para ser felices y con tanta demanda mucha gente termina por desbordarse, ingresando en un mundo irreal con muchos “archivos” abiertos en forma simultánea, nos quedamos sin capacidad de razonar, entonces es hora de intentar liberarse, cerrar todos los “archivos” respirar profundo, mirar para dentro de uno, reflexionar tranquilo, liberarse, aunque no más que por un rato de toda la fantasía que no invade y nos desborda.
Después de tantos cambios, de tantos nuevos recursos, de tanta tecnología, de tantas novedades que avasallan nuestra atención, de vez en cuando es necesario reconfigurar las sensaciones para terminar por comprender que nada puede superar la felicidad que te proporcionan los afectos.
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