miércoles 19 de febrero, 2025
  • 8 am

La tecnología nos mordió en el cuello

César Suárez
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César Suárez

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Sol

Por el Dr. César Suárez
Hace más de 20 años vi una película en la televisión cuyo argumento se basaba en la historia ficticia de una comunidad donde un grupo de malévolos científicos habían instalado decenas de antenas interconectadas que manejaban la mente humana esclavizando a toda la población a través de un dispositivo que le colocaban cada individuo y la población blanco de este plan quedaba idiotizada, obedeciendo cada una de las indicaciones que realizaban desde una computadora.
Era sin duda, una fantasía futurista de algo que nunca podría suceder, sin embargo, al final sucedió, no solo tomando de rehén a una comunidad limitada, sino terminando por afectar a casi la totalidad de los habitantes de toda la faz del planeta Tierra.
Al final, se terminaron de instalar en forma progresiva millones de antenas enlazadas unas con las otras, coordinadas entre sí pero a diferencia de la película que hago referencia, nadie tuvo que colocar un chip a cada individuo en forma forzada sino que cada individuo, de los miles de millones de personas que viven sobre el planeta, se instalaron en forma voluntaria y a su propio costo, el dispositivo que iba a manejar su mente y su conducta incluso, pagando importantes sumas para no quedar fuera de la dominación colectiva, cada uno se fue entregando, mansamente para integrar la manada.
Este maléfico chip, se fue perfeccionando en forma acelerada y terminó por embobecernos a todos, quedando casi nadie fuera del alcance del dominio y en este caso, se le llamó, teléfono celular que terminó por colonizar a toda la población de forma temprana y aunque parezca mentira, logró idiotizar hasta personas ancianas, algo que parecía imposible hace muy pocos años.
Cada uno de nosotros, andamos con el dispositivo a cuestas y si por alguna razón, se olvida, se extravía o se rompe, al individuo le ataca una ansiedad indescriptible, difícil de controlar porque la adicción es tan desproporcionada que sólo se puede revertir con otro dispositivo igual o de mejor calidad como si se tratara de una grave adicción a una poderosa droga.
La realidad es que tanta demanda que hay innumerables bocas de expendio para saciar la adicción y lo curioso es, que esas bocas son legales y promocionada por los gobiernos que también están colonizados.
Una vez que el dispositivo está disponible, la persona se desconfigura, ya no puede escuchar al que tiene cerca porque se queda atontado mirando la pantalla con mensajes subliminales y directos, que lo conducen a comprar cosas, a creer todo lo que leen, a insultar a personas desconocidas, a mentir, a creerse mentiras y a aislarse y no enterarse de que hay otras personas en el mismo ambiente, pero al otro tampoco le importa porque cada uno también está embotado con su dispositivo como entes que se ignoran.
Pero no hay un único responsable, es como un poder superior que hipnotizó hasta los creadores de los contenidos que contribuyen en forma mancomunada a perfeccionar la herramienta que se ha ido apoderando de cada uno de nuestros cerebros y al final, la fantasía de los zombis ha terminado por hacerse realidad.