jueves 20 de febrero, 2025
  • 8 am

MONTE O LLANURA

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

468 opiniones

Por el Padre Martín Ponce de León.
En los relatos evangélicos podemos encontrarnos con algunas contradicciones que no hacen a lo que nos quieren enseñar, pero, indudablemente, allí están y merecen una breve mirada.
En el evangelio de Mateo se nos ubica a Jesús pronunciando su famoso discurso de las bienaventuranzas desde lo alto de un monte. En el evangelio de Lucas, dicho relato es pronunciado en una llanura.
Puede parecer un simple detalle producto del tiempo que ha transcurrido entre el hecho y su escritura, pero, también, dice mucho para la mentalidad religiosa de aquel tiempo.
El monte solía considerarse como un lugar privilegiado de encuentro con Dios puesto que elevado de y, por lo tanto, más cercano al cielo que se consideraba el lugar de las cosas de Dios. La llanura se consideraba alejado de las cosas de Dios, pero inmerso en la vida de los hombres y de su tarea. En el monte se podían esperar y recibir bendiciones, en la llanura todo dice de tareas, compromisos y condición humana.
La visión de la realidad desde un monte decía más de la acción de Dios, en cambio la misma visión, pero desde la llanura, implicaba una mirada del empeño humano por ser fiel a Dios y su empeño por llegar a Él.
El evangelista, en su afán de ser coherente con la finalidad de su relato, va a poner esos pequeños detalles para ayudarnos a comprender un poco más a Jesús y su tarea y su relación con Dios.
Nunca podemos olvidar que los relatos evangélicos son escritos para motivar nuestra aceptación de Jesús como Cristo y Mesías. Motivar nuestra fe desde la propuesta de un estilo de vida que debemos intentar hacer nuestro para que sea nuestro modo de relacionarnos con Dios y con los demás.
No son libros de crónicas o de historias sino libros que buscan despertar la fe en cuanto adhesión y coherencia con ese Jesús que se incorpora como “camino, verdad y vida”. Por ello es que no deben llamar nuestra atención esas pequeñas contradicciones que podemos encontrar, sino que las mismas se encuadran dentro del contexto general de la finalidad de cada libro.
La realidad nos dice que, lo de Jesús, no podemos limitarlo a un monte o a una llanura, ya que lo del ser humano es una combinación de ambas realidades. No se limitó a presentarnos un Padre encerrado en su cumbre, sino que nos presentó, a ese mismo Padre, bajando a la llanura, para encontrarse con nosotros y estrecharnos en un interminable abrazo que transforma nuestra existencia.
Los humanos, con su actividad y compromiso, no llegan a lo de Dios si no se dejan ayudar por Él mediante la oración y la disponibilidad solidaria.
Tanto una como otra postura son realidades que se complementan de tal modo que ambas son necesarias para la plenitud de su realización.
Desde la humanización de Dios, este ha querido contar con cada uno de nosotros para poder llevar a la realidad total su proyecto de amor. Desde siempre el ser humano ha necesitado dejarse ayudar por Dios para poder, no solamente, transformar el mundo, sino, también, realizarse como plenamente personas.
Por ello es que monte o llanura van de la mano y se ayudan mutuamente a poder transformar totalmente esta realidad en la que estamos inmersos sin poder evadirnos de ella.