miércoles 4 de junio, 2025
  • 8 am

Por esto también un perro

Armando Guglielmone
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Armando Guglielmone

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Armando Guglielmone Instructor canino
Los perros hacen cosas que nunca dejan de sorprendernos, aún para los que están acostumbrados a saber de estas cosas; hace poco alguien me comentaba como el perro de la familia había ido a advertirle, no una, sino dos veces, sobre la peligrosa presencia de serpientes venenosas en la casa. El perro en cuestión, un ovejero belga, se le presentó ambas veces ladrándole compulsivamente a demanda que lo siguiera, así llevándolo hasta donde estaba el peligroso ofidio. Lo que podría resultar llamativo es que el perro ambas veces fue hacia él, pudiendo, teóricamente, haber ido hacia otro miembro de la familia. Es que acá es donde se manifestó el que ya mil veces he explicado respeto jerárquico, el perro acudió a quien para él es quien dirige el “grupo/jauría”. Y estos comportamientos son los que hicieron en la génesis de la unión canis lupus/hombre derivando luego en canis familiaris/hombre que se nos hicieran indispensables para nuestra supervivencia como especie.
Hubiera sido tremendamente costoso como especie para nosotros no haber tenido esta ayuda para poder relajarnos al descansar, ya que sabíamos que ante un eventual peligro se nos avisaría mediante gruñidos o ladridos de la presencia de peligro. Muchas veces los perros acuden a nosotros dando aviso pues la experiencia les ha enseñado que actuar por cuenta propia puede ser doloroso, este perro ya había sido mordido en otra ocasión por una serpiente, así que lo que hacen es ir a por el “jefe” para que resuelva el problema. Y esto es normal, también es fácil de verlo en algunos perros que son o se sienten muy sometidos o subordinados a sus dueños.
Alguna que otra vez me tocó ver con perros adiestrados para protección, al mostrarle al dueño en la práctica como actuar con su perro en la tarea de ataque. Lanzado el perro a morder al agresor motivándolo a distancia, el perro sostiene la mordida hasta que le digo al dueño que acuda a apoyar al perro y este, al ver acercarse a su dueño corriendo suelta inmediatamente pues mal asume que se ocupará el dueño/jefe del problema. Este es un ejemplo de mala interpretación jerárquica, pero ejemplifica como el perro nos considera, o debería considerarnos. Y estos casos no han sido los únicos que me han contado, hace unos años el padre de un amigo llegó de noche a su chacra y al pretender acercarse para abrir la portera, su perra ovejero alemán que siempre acudía a recibirlo, le ladraba agresivamente del lado opuesto; sorprendido por este comportamiento iluminó con la linterna siendo grande su sorpresa al ver una yara justo donde tenía que poner su mano. Le aseguro lector, que tal vez se olvide esta persona de un acontecimiento de un nieto, pero de esto no se olvida más. En estos tiempos en los que vivimos urbanizados, rodeados de tecnología, absorbida la gente en su cotidianeidad por las pantallas y una realidad que no es tal, los perros aún conservan lo que los hizo indispensables para nosotros, y algunos aún, pueden disfrutarlo.