Por Leonardo Vinci.
El próximo 31 de marzo se conmemorarán 135 años de la batalla del Quebracho, donde 200 revolucionarios encontraron la muerte al enfrentarse con el ejército de Santos.
Su incursión militar fracasó, pero no fue sangre derramada en vano. Pronto cayó el tirano y terminó el militarismo del siglo XIX.
Para comprender de mejor forma cómo se gestó esta heroica gesta, el Dr. Jorge Batlle- cual viejo maestro- nos hablaba de Edgar Quinet, historiador francés que había publicado un libro llamado «El Espíritu Nuevo», que decía en su prólogo «El que navega en la tempestad, se hace atar a veces al palo mayor del navío para no ser llevado por los vientos. Yo también me he atado a lo que he encontrado más sólido a mi alrededor, a las ideas, a las verdades que nos sobrevivirán a todos. Hay que trabajar por descubrir el espíritu que renovará las cosas en ese mundo cuyo umbral tocamos. Cada aurora promete el día y el día la sucede.»
Batlle nos decía que, inspirados en esos pensamientos, los jóvenes del Quebracho fueron en busca de un nuevo día para la historia nacional y americana, y en 1878 fundaron la revista «El Espíritu Nuevo».
En su primera edición, mientras Batlle y Ordóñez escribía sobre la «pluralidad de mundos habitados», Teófilo Gil comentaba la oda de Acuña de Figueroa a la Jura de la Constitución y decía que la revolución americana había adquirido la conciencia de sus derechos, radicando en sus pueblos la idea de la democracia, hermana de la idea de la independencia.
Aunque la revista se dedicaba a temas estudiantiles, Batlle convenció a sus compañeros de la necesidad de escribir sobre política y publicó una columna contra Latorre.
Refiriéndose a los actos de inauguración de un monumento en la Florida el 18 de mayo de 1879, podía leerse en «El Espíritu Nuevo»: «Los que profesan el racionalismo en religión y política no pueden ir a consagrar la farsa de una ceremonia, ni a colocarse (junto a) los que han atentado contra la libertad y, por consiguiente, contra la patria».
Fue el primer artículo político que Batlle escribiera en su vida. Años después contaba que «No era posible permanecer indiferentes ante la tiranía que devastaba a la República», debíamos «participar activamente en la lucha contra la dictadura».
«La pluma es más poderosa que la espada», decía Edward Bulwer, y en efecto, tiempo después, escribían con Teófilo Gil en «La Razón» artículos tremendos: «Asaltaron el poder por el fraude y la traición y en él se mantienen con el terror del atentado. No hay atropello que no hayan realizado, no hay crueldad que no hayan ensayado en sus víctimas, no hay crimen que haya sido barrera para apagar la sed de sus innobles apetitos.»
En la obra «Batlle y el Batllismo», narran los autores que «Las tiranías de Latorre y Santos representaban el entronizamiento de la fuerza bruta que ahogaba las libertades y despreciaba todos los derechos. Frente a ellas se elevó la propaganda de la prensa libre. Pero aquel régimen de barbarie no podía ser contenido sino por la revolución…»
Y con las armas en la mano, en 1886, dispuestos a dar batalla, marcharon al Quebracho a encontrarse con la gloria, Batlle, Teófilo Gil y centenares de jóvenes heroicos y valientes.
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