Por Leonardo Vinci.
Don Eduardo Taborda ha enriquecido el acervo cultural de los salteños a través de una labor tesonera y fecunda.
En la década del cincuenta, recordaba episodios relevantes de nuestro pasado en programas radiales conocidos como «Salto de ayer y de hoy», siendo publicadas en un libro sus charlas «… llenas de colorido y emoción» al decir de un edil.
Uno de los 36 capítulos que lo conforman se refiere a «La Isla del Gato Negro».
Aún sin mencionarlo al inicio, Taborda cita el relato del Presbítero Firpo, dado a conocer décadas atrás: «Según el testimonio de Doña Isabel Barú, anciana misionera de más de cien años y que fue una de las primeras habitantes de Salto- que vivió hasta su muerte en un ranchito ubicado detrás del Hospital- refiere que allá por el año 1829 o 1830, siendo imposible vivir en los rancheríos que estaba compuesto en aquel entonces el Salto, por los continuos saqueos e incendios que le originaban los distintos ejércitos que lo invadían, se fue a vivir al Arapey, creyendo encontrar allí tranquilidad y seguridad, pero que también en ese paraje era imposible la vida por los continuos ataques de los charrúas.»
La anciana recordaba que después de la batalla de Yucutujá, algunos indios aparecían de vez en cuando y acometían a los pocos establecimientos de campo, incendiando y matando a sus pobladores, y que en esos tiempos, «… estando en nuestro ranchito velando a una criatura de una de mis compañeras, fuimos atropelladas por los indios, quienes nos castigaron y nos amenazaron con darnos muerte. Nunca me olvidaré de lo que pasó esa noche. Uno de los indios era el «Gato Negro», que tenía asustada a toda la campaña».
Corroborando el terror existente debido a los desmanes de los pocos charrúas que aún vagaban por la campaña, diversas partidas de defunción hablan por sí solas.
Decía Taborda que Don Tertulino Nunhes recordaba «… que en su infancia oyó de labios de sus padres de cómo fue ultimado en su estancia el Sr. Victorino Trindade y seis peones por el Gato Negro y su gente.» Este señor también recordaba el asalto a la estancia en Mataojo de Lucio Ferreira, el que fue ultimado por el Gato Negro, su compañero de andanzas el «Buey Moro» y otros seis individuos.
En 1832 fue asesinado por los salvajes en su estancia Don Juan José Aguirre. Y en el año 1833 lo fue Don Manuel Fialho y otros a este tenor hasta el año 1839, en que ya no figuran en los libros de la Iglesia salteña otros asesinatos charrúas.
Cuenta la leyenda que en el paraje donde hace barra el arroyo Sopas con el Arerunguá, existe una Isleta de tupida vegetación y de intrincados laberintos, conocidos por los habitantes de nuestra campaña como «La Isla del Gato Negro». El paraje fue la guarida del feroz charrúa donde ocultaba el botín de sus saqueos.
«Aún hoy, en los fogones campesinos de los establecimientos ubicados en diferentes regiones de la campaña salteña del Arapey, Valentín, Sopas, Arerunguá y Mataojo, se recuerdan y se comentan las barbaridades del Gato Negro y sus vandálicos secuaces, y no falta quien crea y asegure que en la citada Isleta está enterrado el fruto de sus rapiñas…»
Según Acosta y Lara, un charrúa conocido como «el Gato Negro» nació en Salsipuedes en 1793, su nombre era Isidoro Salinas y habría muerto en las inmediaciones de Paso de los Toros en 1888.
Nunca se supo que fin llevó su tesoro.
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