miércoles 27 de noviembre, 2024
  • 8 am

En el jaulón

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce de León
Casi a media mañana comienzan a aparecer.
Del árbol a la enredadera.
De la enredadera al muro.
De allí, de a pocos, al jaulón.
¿Cuántos llegan a ser?
¿Llegan a ser cien?
Sin duda que habrá oportunidades en que llegan a ese número.
En determinados momentos las palomas los corren.
Son tantos que ocupan casi todos sus lugares.
Las palomas deben de comer a primer hora puesto que más tarde……..
Aparecen ustedes.
Torcacitas, chingolos y gorriones. Fundamentalmente gorriones.
Asustada pero con mucha convicción entran y salen del jaulón.
Casi siempre, luego del medio día, me entretengo en observarlos.
¿Saben por qué?
Me hacen acordar a lo que sucede cuando uno intenta vivir a Cristo.
Por más que uno intenta “encerrar” su corazón, para conservarlo lo más entero posible, “ustedes” siempre encuentran un lugar para entrar.
Cuando digo “ustedes” es porque los asimilo a “los demás”.
Entran en uno porque……….
Existen diversas y variadas razones para permitir que ustedes entren.
Y cuando entra uno la entrada de otros resulta inevitable.
Ese alguien que entra siempre tiene una razón para entrar con otro o con otros.
Y, como ustedes en el jaulón de las palomas,………. siempre queda la sensación de que invaden todo.
Parecería como que se otorgan el derecho de llevarse todo.
Parecería como que uno queda sin nada.
Parecería como que los demás “arrasan con todo”.
Siempre se busca guardar algo para uno mismo pero, poco a poco, uno ve que los demás piden o se llevan todo.
Muchas veces los demás solicitan algo pero en oportunidades los demás se llevan algo sin haberlo solicitado.
Se llegan solicitando “cinco minutos” y se retiran dejando su dificultad que se queda instalada en uno por muchas horas.
Se llegan solicitando un trozo de la pobreza del Cristo que uno vive y se retiran llevándose un algo de una experiencia personal.
Estoy plenamente convencido de que, día a día, las palomas saben que ustedes habrán de llegar.
Estoy plenamente convencido que los demás llegan a tornarse imprescindibles porque necesarios.
Porque uno va descubriendo que lo que es se vuelve útil cuando lo pone al servicio de los demás.
Uno va descubriendo que el mejor “encierro” para conservar el corazón íntegro es quitándole toda protección posible para que esté totalmente al servicio de los demás.
Sin los demás nuestros deseos de superación no serían necesarios.
Sin los demás el afán por ser coherentes no sería tan urgente.
Sin los demás algunas cualidades no exigirían tanto cultivo.
Todo sería muy monótono si los demás no estuviesen.
Ellos son razón de alegría, dificultades, empeño y motivación.
Nada puede resultar más grato que poder llegar al fin de cada jornada y experimentar que, porque nos han invadido, se han llevado todo.
Por eso………… disfruto mirándoles cuando invaden el jaulón de las palomas.
Por eso………… pido a Dios que pueda tener un corazón constantemente dispuesto a dejarse invadir por los demás.
Por eso………… pido a Dios siempre pueda tener lo que uno es al servicio de los demás.