martes 30 de abril, 2024
  • 8 am

DIFICIL

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín
Ponce de León
Una de las realidades exigentes que nos presenta el seguimiento de Cristo es su mandato de no juzgar.
Se puede tener muy en claro el principio y la necesidad de aceptar al otro tal como es.
Tal como es.
Evidentemente es mucho más fácil aceptar a quienes son de nuestro agrado.
Podemos no compartir alguna postura pero les aceptamos.
Dialogamos, compartimos, discrepamos y…….. les aceptamos tal cual son.
Se nos hace difícil aceptar a quién, con su sola presencia, nos resulta una incomodidad.
Se nos vuelve una dificultad.
Cuando queremos darnos cuenta le hemos juzgado.
Porque no actúa con buena voluntad……….. le estamos juzgando.
Porque su comportamiento manifiesta maldad……. le estamos juzgando.
Porque está mal de la cabeza……… le estamos juzgando.
Uno podrá decir que posee elementos como para afirmar……… le estamos juzgando.
Es, allí, que descubrimos su presencia como una dificultad.
Sería muy fácil una convivencia donde todos los seres nos permiten una relación armoniosa.
Pero, bien lo sabemos, ello no se condice con la realidad.
La realidad nos muestra que nadie es plata para que todos le quieran.
Siempre habremos de encontrarnos con seres que se nos vuelven una dificultad.
Nuestro primer deseo es alejarnos de tales seres, poner suficiente distancia como para que no tengamos que enfrentarnos a tal dificultad.
En oportunidades ello es posible y muy saludable.
En oportunidades ello es un imposible y debemos aprender a convivir, cristianamente, con esa dificultad.
Que nos resulta desagradable. Evidente.
Que nos resulta una situación incómoda. Obvio.
Pero así es la vida y debemos aprender a vivir con coherencia nuestra realidad cristiana.
Si todos los seres con los que nos relacionamos nos permitiesen una relación de armonía y simpatía todo sería muy fácil.
Quizás no sabríamos si hemos logrado encausar nuestra debilidad y tendencia de juzgar.
Siempre nos habremos de encontrar con personas incómodas que nos desafían a crecer y madurar en nuestra vivencia cristiana.
Siempre nos habremos de encontrar con personas que nos harán saber que somos prontos para un juicio.
Ante nuestra dificultad surge el desafío.
¿Podré llegar a respetarle tal como es?
Es evidente que existen personas con las que nunca habremos de tener una buena relación.
El desafío es poder llegar a aceptarles tal como son sin que su sola presencia resulte una incomodidad.
Verle sin juzgarle. Oírle sin juzgarle. Callar sin juzgarle. Decir sin juzgarle.
Poder llegar a descubrir su presencia no como una dificultad sino como una presencia más.
Nuestro ser cristianos no nos convierte en personas despojadas de su condición.
No se nos pide que con todos tengamos una idéntica afinidad.
No se nos pide el empeño de hacer amigos a nuestros enemigos.
Cada uno va descubriendo seres con los que puede tener confianza, seres con los que puede tener plena confianza y seres en los que no puede confiar.
Tal cosa no depende de uno exclusivamente sino que también cuenta la postura del otro y ello debe llegar a ser muy respetado.
No puedo obligar a los demás a que me acepten. Los demás no se pueden imponer en cuando mi aceptación.
Debo aprender a convivir con todos porque así es la realidad.
Apoyándome en algunos, alejándome de otros.
Lo importante es poder aprender a no juzgar a quienes nos resultan incómodos y ello es, sin duda, una dificultad nada fácil de superar.