sábado 23 de noviembre, 2024
  • 8 am

Papino

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín
Ponce de León
Los recuerdos vinieron en tropel a golpear en mi memoria.
Nuestra madre solía ubicarse a mirar el carnaval frente a las vidrieras de una farmacia instalada en calle Uruguay. Ese era su lugar preferido y allí nos ubicamos.
Era el comienzo de un nuevo carnaval puesto que “Punto y Coma” y “Falta la Papa” daban un giro en lo que hasta entonces era el carnaval.
Venían desfilando y, entonces, hacen un medio círculo delante de donde nos encontrábamos y entonan un trozo de una de las canciones del espectáculo de ese año.
Antes de retirarse me entregan un pequeño detalle que yo agradecí prolongando mi aplauso.
Habíamos ido con un grupo de jóvenes a realizar una tarea en la Obra Don Bosco. Una noche, luego de la cena, mientras nos encontrábamos conversando sobre lo realizado en el día vimos que se encendían las luces del patio.
Fuimos invitados a acercarnos y, movidos por la curiosidad nos aproximamos. Repentinamente “La Punto” irrumpió en el patio para regalarnos su espectáculo de ese año. Fue, para mí, una terrible e inesperada sorpresa.
En un determinado momento una joven que se encontraba sentada a mi lado me mira y me dice “Qué imponente”. Le dije “Esto es un regalo para ustedes” y ella, tomando mi mano me responde: “Esto es un mimo para vos, Martín”. Debe de haberse dado cuenta yo estaba tocado por aquel detalle.
Mucho tiempo después me entero del quebranto en su salud, con oportunidad de una ida a Salto, decido pasar a visitarlo.
Charlamos durante un buen rato en la tranquilidad de su casa. Fue un rato muy grato puesto que, por sobre todas las cosas, primó la aceptación mutua y la oportunidad de desgranar algunos recuerdos o relatos de trozos de historia.
Recuerdo que, entre muchas cosas, le comenté que me llamaba la atención como él, que no iba vestido con traje de murguista ni con la cara pintada puesto que iba vestido de oscuro y con su guitarra a la espalda, no podía no ser visto como parte de cada uno de esos coloridos personajes que caminaban delante de él. Era parte de la murga y no podía distanciarse de ella.
Tiempo después me entero que su salud va en un progresivo deterioro.
Le supongo, aún, conservando su sonrisa y su optimismo aunque las noticias no eran muy alentadoras en cuanto a su estado.
La noticia fue breve y no necesitaba de mucho más. “Nos acaban de informar que recién falleció Ruben “Papino” Ciocca”
Su vida había sido una alegre presentación, un dedicado cuplé y ahora entonaba la retirada.
Una retirada que no precisaba de arreglos puesto que cargada de acordes silenciosos porque, muchas veces, transidos de dolor.
Una retirada que no precisaba del apoyo del coro puesto que sus amistades y familiares eran más que suficientes para tantos solos muy difíciles de acompañar.
Una retirada que acompañaba la murga mirando desde un lugar apartado el desgaste y la entrega del director.
Por más que el tema de su retirada haya sido un algo que entonó, sobre todo últimamente, no deja de ser un algo que entristece y aflige a quienes supimos estimarle.
El carnaval de Salto debe de haberse colmado de luto.
La “Punto” deja caer una lágrima verdadera y sin necesidad de maquillajes.
Muchos rincones se prestan para esbozar su congoja en voz baja.
Obvio que no era perfecto puesto que era muy humano y sensible a las necesidades de muchos.
Debe de haber entrado con su guitarra a la espalda y saludando con su sombrero al cielo por el hecho de haber sabido despertar sonrisas en este tiempo de tantas razones para estar serios o con rostro preocupado.
Papino, descansa en paz.