La Otra cara del Parlamento” es un libro escrito por Gonzalo Aguirre Ramírez (25/1/1940 – 27/4/2021), abogado, especializado en Derecho Constitucional y Derecho Administrativo. Fue el décimo vicepresidente de Uruguay, entre 1990 y 1995 durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle, y fue senador de la República entre 1985 y 1990.
Este libro rescata situaciones, algunas no conocidas, ocurridas en el Parlamento por políticos y otros protagonistas. La hilaridad no está ausente en el libro, y de rescatamos algunas de ellas.
Persianas que no cerraban
Sesionaba la Asamblea general. Afuera soplaba un fuerte vendaval que hacía golpear unas persianas metálicas contra uno de los balcones del gran edificio. El ruido era molesto, por cuya causa el presidente ordenó a uno de los oficiales de sala que hiciera cerrar bien esas persianas. Se trató de cumplir la orden, pero a los pocos minutos el ruidoso golpeteo se reinició. Collazo Moratorio decidió cortar por lo sano y tajantemente mandó a llamar a Antón. Así era llamado y conocido una especie de intendente de la Comisión Administrativa, jerarca eficiente de los funcionarios de los talleres y del personal de servicio. Era ejecutivo, responsable, pero de escasa instrucción. Antón –no era ese su primer apellido- se hizo presente en instantes y enterado del problema ordenó en el acto a dos o tres subordinados: -“Cierren esas persianas, ‘frenéticamente‘”.
La Yolanda y el macaco
Otra de Antón. Tenía su amplio despacho en el subsuelo del Palacio, planta que jamás se muestra a sus visitantes. Por algo será. Allí había un busto en yeso de un personaje de la antigüedad y colgaba en una de sus paredes una réplica o copia de un retrato de una mujer. Sobre este último solían reflejarse por las mañanas, los rayos del sol. El reflejo incomodaba a Antón. Un día que había iniciado la mañana de mal talante, llamó a uno de sus esbirros y le ordenó: “¡Sacame a Yolanda de ahí! ¡Me tiene podrido!” Otra mañana en que había llegado, al parecer, con los humos de una noche bien regada le dio una orden al mismo funcionario: “¡Llevate a ese macaco para otro lado!”. Estoy harto de verlo ahí.”
La Yolanda era La Gioconda y el macaco era Homero. Nada más y nada menos.
Ocasión para el tuteo
Eduardo V. Haedo
En la legislatura posterior al primer gobierno nacionalista, Haedo retorna al Senado que preside el Dr. Etchegoyen y en el que ocupa una banca Don Luis Batlle Berres. Haedo está haciendo uso de la palabra y mecha en su discurso una cita bíblica. Un colega le señala que le resulta dudosa la veracidad o exactitud de la cita. Y aquel le contesta: -La cita es exacta, pues la he verificado con mi asesor en asuntos bíblicos, el senador (cívico) Venancio Flores. Terció entonces Luis Batlle Berres, quien aprovecha la bolada, sobrador, para hacerle al orador una observación mezcla de burla y de rezongo:
-Pero senador Haedo, ¡Mire que venirnos Ud. con citas bíblicas, cuando ha sido un gran pecador!
-En esa materia –replica Haedo sobre la marcha- podemos tratarnos de tu con el señor senador…
Batlle quedó descolocado, mientras varios senadores contenían la risa.
Réplica famosa
Emilio Frugoni
Sus discursos solían ser piezas impecables; en ellos Emilio Frugoni (abogado, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República y parlamentario uruguayo, siendo el primer diputado socialista en Uruguay) lucía su erudición histórica, filosófica, literaria y jurídica. Pero, más que por su dialéctica de peso, ganó un lugar privilegiado en los anales parlamentarios del país por sus réplicas fulminantes, demostrativas de una agilidad mental admirable.
La más conocida, que casi sería innecesario recordar, es la que dedicó a un diputado de cuarta categoría, que se permitió señalarle:
-“El señor diputado Frugoni no da una en el clavo. Todas en la herradura…”
-“… ¡Yo qué culpa tengo que el señor diputado se mueva tanto! … fue la respuesta fulminante de Frugoni.