viernes 22 de noviembre, 2024
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Nos olvidamos

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín
Ponce de León
Dios se hizo hombre y así nos muestra su estar “con nosotros”. Nació pobre. José y María no pudieron acceder a un lugar digno y se debieron conformar con un lugar.
Vivió pobre. Durante el tiempo se su tarea dejó las comodidades para estar cerca de los que le necesitaban. Murió pobre. Su muerte fue la propia de alguien considerado un paria. Ni merecía morir dentro de los límites de la ciudad.
Batalló por los pobres. Su actividad estaba dedicada, fundamentalmente, para aquellos más necesitados. Las primeras comunidades cristianas continuaron con ese legado, recibido del estilo de vida de Jesús, hasta que el emperador Constantino (por conveniencia política) le dio poder a esa naciente comunidad. El poder comenzó a agradar a los primeros cristianos y aferrados a él asumieron un estilo de vida mucho más cómodo que el propuesto por Jesús. El poder dio seguridades y autoridad. El poder dio renombre y privilegios.
El poder dio riqueza y comodidades. Con el paso del tiempo y el crecimiento del poder fueron olvidando el legado de Jesús.
Ya no era necesario un estilo de vida pobre sino que alcanzaban con algunas obras de caridad.
Ya no era necesario un vivir como un pide pan más sino que era suficiente dispensarle alguna limosna.
Fue así como la Iglesia se acostumbró a convivir con el poder y los privilegios. Sin pretenderlo se fue alejando de los más necesitados y del estilo de vida propuesto por Jesús. Lo más trágico es que, para algunos, la pérdida de poder y privilegios no es una oportunidad para volver a lo de Jesús sino que se ve como una lamentable pérdida.
Nos olvidamos de lo propuesto por Jesús para añorar los tiempos de esplendor y boato y se desea poder recuperar dicho tiempo. Quizás la realidad nos está haciendo tomar conciencia no de una pérdida recuperable sino de la oportunidad de acercarnos a lo propuesto por Jesús. Me viene a la mente la situación vivida por una persona. Un día de mucho frío y viento se metió en un templo buscando un poco de calor. Se le acercó un sacerdote para decirle que debía abandonar el templo ya que no era un lugar para que estuviese. Así lo hizo. ¿Sería así el actuar de Jesús? En otro lugar una señora se puso en la fila para recibir la comunión pero una persona se acercó a ella para decirle que debía abandonar la fila puesto que no era digna de recibir a Jesús.
La dignidad solamente podría juzgarla el mismo Jesús pero, sin duda, aquella persona era necesitada de Él y ello hacía debiese continuar en la fila. El poder, lo establecido, lo estructurado y muchas otras cosas nos hicieron olvidar de lo de Jesús y nos acostumbramos a ello. Jesús no vino a proponernos una serie de normas o estructuras sino que nos propuso un estilo de vida y ello es mucho más difícil que lo primero. Todo nos grita que es una magnífica oportunidad para volver a lo de Jesús. Hacer tal cosa es acostumbrarnos a caminar ya no dentro de una Iglesia poderosa sino servidora.
Hacer tal cosa es animarnos a salir a la intemperie y compartir a “Dios con nosotros”.