Por Cecilia Eguiuz
El río Uruguay y sus afluentes vuelven a inundar nuestra ciudad, obligando a cientos de personas a evacuar sus hogares. Las crecientes afectan calles, plazas y espacios públicos y privados. Quizá muchos pensaran que este no es un tema político, pero yo entiendo que si lo es y no estoy hablando de politizar una inundación, como muchas veces se hizo en Salto, sino que estoy hablando de políticas públicas.
Estas inundaciones no solo causan problemas inmediatos, como los evacuados, el tráfico y el deterioro de las costas, sino que también erosionan la infraestructura y el paisaje urbano. Aunque hemos tenido suerte, porque durante años no hemos sufrido inundaciones graves, pero debemos asumir que son un problema recurrente en la región. A eso se suma que los eventos climáticos actuales sugieren que esto puede incrementarse y que son cada vez más frecuentes las tormentas huracanadas que hacen que los desagotes no den a basto y la ciudad quede con zonas anegadas.
Es insuficiente confiar en alertas tempranas y en el funcionamiento del centro de emergencia local. Debemos dejar de reaccionar a este problema y adoptar un enfoque más proactivo y planificar los cambios.
En el pasado se tomaron medidas como establecer cotas de construcción y reubicar a personas evacuadas, pero necesitamos acciones actuales, claras y preventivas teniendo en cuenta el crecimiento de la población y de las zonas urbanas. La planificación urbana debe adaptarse a esta realidad, garantizando la conectividad durante las inundaciones y facilitando la limpieza y desinfección de los espacios públicos, como parte de la “rutina” y no como excepción y emergencia.
Cada vez que hay inundaciones observo, por ejemplo, que la zona sur queda dependiendo casi exclusivamente del puente “Treinta y Tres”, que dicho sea de paso tiene problemas estructurales. Son miles de personas que viven en esa populosa zona de la ciudad y no se ha generado otra vía de conexión que los una con el resto de la ciudad. Cada vez que el río sube se corta el pasaje a Arenitas Blancas y Villa Maguey que ya es una zona populosa también se ve afectada. ¿No será hora de que el “subibaja” deje de ser tal y sea una calle decente con un puente que permita el tránsito fluido teniendo en cuenta las inundaciones?
Cada vez que el río crece se reparten cientos de botellas de cloro, pero no existe un mecanismo de limpieza y desinfección que haga la intendencia, que sea eficiente y acompañe la bajada del río logrando una rápida recuperación de los espacios públicos e higienizando las zonas afectadas. No es justo que se le cargue la responsabilidad a los vecinos, que bastantes problemas tienen cuando vuelven a sus casas o comercios.
Salto debe dejar de ser un receptor pasivo de estas inundaciones y adoptar una política pública seria y proactiva para abordarlas. Es hora de que los ciudadanos exijamos más y de que los gobernantes comprendan la importancia de adelantarse a los problemas en lugar de reaccionar a ellos.
Se necesitan objetivos claros, protocolos de actuación definidos para el antes, el durante y el después, y políticas públicas efectivas para el desarrollo social, urbano y patrimonial de Salto.
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