Por el Padre Martín Ponce de León.
Parecería todo tiene su molde y necesario se hace no salir del mismo puesto que no es bien visto el romper esquemas. Hace poco estuve con un grupo de personas que estaban de paso por la ciudad. Había sido invitado a conocer, un algo, de un grupo del que me habían hablado en muchas oportunidades. Sin duda fue una experiencia muy reconfortante y educativa puesto que algunas cosas me llamaron, muy positivamente, la atención. Pero no pretendo hablar de tal grupo humano y la experiencia de poder compartir unos instantes con ellos, sino que quiero detenerme en algo que se repitió en diversas oportunidades. Conocía a una persona de las que estaban en dicho grupo y era esa persona quien me había invitado a llegarme hasta donde se encontraban, pero, también, era quien me presentaba ante los demás. Luego de presentarme e intercambiar un saludo con alguien del grupo, él solía agregar: “Así como lo ven, es un cura” y yo no podía evitar sonreír ante el “Así como lo ven …” Solemos tener un molde para identificar lo “socialmente correcto” y cuando alguien se sale de dicho molde suele desacomodarnos Cuando nos adentramos en los relatos evangélicos nos encontramos con que Jesús fue un alguien que supo romper los moldes establecidos en su tiempo. Era, para quienes le conocían, un obrero que se ganaba el sustento con el trabajo de sus manos. No era un dechado de cultura ni un ser distinto a los demás. Era un vecino más. Llegó un día en que ese vecino realizó un cambio en su estilo de vida y se volvió un predicador influyente y un hacedor de signos poderosos. Llegó un día en que se salió completamente del molde y ello fue motivo de desconcierto e incomodidad hasta para sus propios familiares. Para algunos era razón para que se preguntaran “¿Qué le sucedió?”, otros se preguntaban “¿De dónde le viene todo esto?” y no faltaban quienes pensaban que “había enloquecido”. Es que cuando se rompe el molde es muy difícil saber aceptar tal cosa. Conozco alguna persona que ha sabido romper el molde y ello le ha traído mucho más que alguna incomprensión. Salirse de lo convencional no siempre es aceptado y, generalmente, no es tolerado puesto que nos está mostrando que ello es posible. No se me ocurre pensar en alguno de los discípulos de Jesús diciendo “Así como lo ven es el Mesías o el Hijo de Dios” puesto que ni lo pensaban o suponían. Admiraban a Jesús, pero no suponían, mucho más, de que era un ser especial. Necesario va a ser su muerte y resurrección para que puedan pasar de Jesús a Cristo. Esto me lleva a preguntarme si nosotros, los que nos decimos cristianos, no deberíamos ser “rompedores del molde” porque llamados a vivir lo que Jesús. Un alguien que amó por sobre todas las cosas e hizo del amor un estilo de vida. Un alguien que supo salir de su zona de confort para ir al encuentro de las necesidades de los demás y, con su presencia, aportar amor en medio de ellas. Jesús no vino para proponernos una institución o una serie de rituales a vivir. Vino para proponer un estilo de vida que modificaba lo establecido con unas actitudes sencillas y bien concretas. Lo de Jesús no debe ser otra cosa que un estilo de vida que se hace presencia que sacude lo establecido desde lo más profundo y esencial. Cuando, como Él, se hace de la vida un servir y ayudar se hace que la misma se vuelva útil y adquiera un sentido colmado de realizaciones y felicidad.
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