Por el Padre Martín Ponce De León
Los días estaban pasando y yo, buscando un tema para este artículo. Por más que buscaba revolviendo en mi memoria, no podía encontrar alguno que me motivase a escribir sobre ello. Con preocupación veía que los días pasaban y yo continuaba sin un tema.
Repentinamente, algo llegó hasta mí. ¿Cómo voy a estar buscando tema? Mañana el país, vive una instancia por demás importante, y no puedo andar buscando otro tema puesto que ese es el gran tema.
El calendario electoral, tal como se preveía, marca la instancia de la segunda vuelta.
El proceso electoral señala que debe definirse entre los dos candidatos más votados quién habrá de ser el futuro presidente durante los futuros cinco años.
Es evidente que, políticamente hablando, se puede decir que, también, se elige el modelo de país que queremos para esos cinco años por los que se decide.
No resulta muy sencillo no caer en política cuando se habla de un evento netamente político. Un evento donde la mayoría tiene, completamente, la última palabra. Un evento donde, sin lugar a dudas, cada voto cuenta. Su voto importa.
Por más que cada uno de los candidatos respondan a una propuesta política, se elige a aquel que uno entiende es la persona más capaz de decidir los pasos del país por los años que vienen.
Puede parecer una elección mucho más sencilla que la anterior donde una importante cantidad de listas se ofrecían más dos consultas que se realizaban, pero, creo yo, ahora que se debe optar por uno entre dos, la decisión se complica un algo.
Es optar por aquella persona a la que, usted, entienda posee más capacidad para dirigir los destinos del país. Es optar por aquella persona que nos inspira más confianza de que posee capacidad como para gestar el bien común y despertar la justicia social.
No hay mucha posibilidad puesto que se debe elegir por uno entre ambos. Dos que, como todo ser humano, poseen luces y sombras. Dos que tienen cualidades y limitaciones. Es optar por aquel que es más valioso de los dos.
Es una opción que se debe rezar, dejarse iluminar por Dios, decidir y votar.
Es evidente que Dios no nos habrá de gritar por el que se debe optar, pero… nos ayudará a decidir por aquel que pueda hacer las cosas de mejor manera y teniendo en cuenta los intereses de todos y no, únicamente, los suyos o los de su grupo político.
Dios jamás nos quita la libertad y, por ello, hemos de ser, cada uno de nosotros, los que en el uso maduro de nuestra libertad decidimos y optamos. También debemos solicitarle a Dios esa madurez necesaria, para poder aceptar lo que, con su voto, la mayoría decida y, sin duda, ello no es tan sencillo de realizar.
Parte de la democracia, cosa que se ejerce mañana, es aceptar la decisión de la mayoría, y ello puede ser, coincidir con la mayoría o que ella decida en contrario a nuestra elección. Democracia debe ser aceptación de lo resulto por la mayoría y colaboración desde la minoría para que, entre todos, se fomente el bien común.
Mañana es, sin lugar a dudas, un día importante en la vida de nuestro país. Un país que está acostumbrado a vivir en el ejercicio de la democracia. Un país que, pese a chisporroteos políticos, ha sabido aceptar lo determinado, en el ejercicio de la democracia, por las mayorías.
Por ello es un día de reflexión y determinación. Hay quienes sostienen que nuestra democracia es aburrida, pero, sin duda, es una realidad existente y que no debemos descuidar.
Buscaba un tema para realizar este artículo y no tenía en cuenta la segunda vuelta.
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