Ausencia y desidia por avaricia electoral
Por Facundo Marziotte
Desde que asumimos nuestro rol como edil departamental en 2020, lo hicimos con respeto por el lugar que nos otorgó la ciudadanía y con la responsabilidad que implica el ejercicio democrático de nuestras potestades.
Uno de los roles más importantes de un edil es el de contralor del Ejecutivo Departamental, y en ese sentido hemos puesto el foco en la administración del intendente Andrés Lima. Su gestión ha estado marcada por un rumbo errático, priorizando siempre lo electoral, lo partidario y lo personal, por encima de una verdadera acción de gobierno, que debería contemplar a todos los salteños, sin importar a quién votaron.
Así es como se creó un «puente» para darle trabajo a su cuñada. Así es como, en plena campaña electoral, contrató a su jefe de campaña como representante de la Dirección de Hacienda de la Intendencia en Montevideo, casualmente el lugar donde vivía y operaba políticamente en favor de su precandidatura Presidencial.
Así es como se incorporaron, de forma desmedida y discrecional, a cientos de militantes de su sector a la Intendencia, mediante designaciones directas, contratos de monotributos y cooperativas de trabajo, con el único fin de engrosar y financiar su estructura política.
Otra de sus maniobras ha sido la entrega precaria de terrenos a cooperativas de vivienda vinculadas a sus listas políticas, utilizando a cientos de Salteños como rehenes de su aparato electoral. Juega con el sueño de las familias de acceder a una vivienda, a cambio de militancia obligatoria, pasando listas en actos y barriadas.
Mientras tanto, Salto se encuentra sumido en el abandono. La ciudad está minada de pozos, los contenedores de basura desbordados y el servicio de recolección completamente colapsado.
El transporte colectivo de pasajeros se encuentra en decadencia, la caminería rural destruida y la administración ha dado la espalda a los productores del interior profundo de nuestro departamento.
Este es el legado que deja Andrés Lima tras 10 años de muy mala gestión. Por eso, en su acto de despedida, no tuvo mejor opción que hablar –literalmente– de verduras.
Está claro que Salto necesita un cambio. Y por suerte, la esperanza está puesta en Carlos Albisu, para que nuestro departamento vuelva a ser lo que nunca debió dejar de ser.