Por Alexandra Ledesma
Socióloga y Educadora Sexual
La forma de vincularnos, los nuevos desafíos que enfrentamos, como construimos las relaciones ha mutado mucho en esta nueva modernidad.
Vivimos en una cultura marcada por la inmediatez, la celeridad, lo descartable, la sobre estimulación. Las redes sociales, las aplicaciones, sobre todo las que buscan el “match”, y la comunicación constante han transformado absolutamente todo, y la forma de vincularnos no fue ajena a ello.
Esto trae ventajas, como la posibilidad de llegarle a más personas, de conectarnos traspasando fronteras y franjas horarias, pero también riesgos.
Dentro de estos riesgos, relaciones que se disuelven fácilmente ante la primera dificultad, se produce a su vez la versión idealizada del otro de forma rápida pero sin información certera o completa, sin conocerlo realmente.
Aparecen también nuevas formas de comportamiento, como el ghosting, breadcrumbing, entre otras, donde se genera el escenario para la intermitencia, el corte abrupto, migajas de amor, nada más y nada menos que el desapego exprés.
Hoy se produce algo que trae consigo una contradicción, se pretende tener autonomía pero sacrificando la conexión, lo que debería ser un complemento, termina siendo “una cosa por otra” y que esto no sea así requiere madurez emocional, cosa que no sucede muchas veces. Son tiempos en donde se sobrevalora el “yo”, el individualismo más puro y duro y esto hace que el “nosotros” se vea difuminado.
Y el condimento que no falta en esta nueva modernidad, es la tecnología, esta forma de conectarnos que en los vínculos puede llevar a la desconexión, donde la pantalla sustituye a la presencia, al contacto real, a lo fundamental que es el “estar” el cara a cara, la comunicación asertiva que las redes muchas veces en su afán de síntesis e inmediatez logran desintegrar.
El amor inmediato, fugaz, poco comprometido, descartable y casi que en oferta en estas plataformas virtuales nos ha quitado la magia de los encuentros, de las citas pactadas y no improvisadas, de los gestos románticos que distan mucho de los emojis y de las expresiones llenas de frialdad que suelen verse en los chats.
A pesar de ello, el hablar sobre estas nuevas conductas, muchas veces negativas, permite lanzarse a la búsqueda de relaciones más conscientes, evitando caer en esta modernidad fría y desapegada.
Lo bueno de ello es que genera nuevas necesidades como por ejemplo, una mayor atención a la salud mental y el autoconocimiento antes de embarcarse en una relación. Con ello la búsqueda del amor como una elección y no una necesidad, que sea un vinculo sano, con limites y el respeto por el espacio individual.
¿Podría decirse que todo tiempo anterior fue mejor? Es una pregunta que debemos hacernos, pero no para cambiar lo que ya llego para quedarse, sino para mejorar lo que si era valioso y necesario en nuestros vínculos, la presencia, la construcción de un proyecto juntos, la comunicación asertiva y cara a cara, la permanencia, la elección consciente y el cuidado.
La virtualidad, así como esta nueva forma de vivir moderna, no son enemigas, pero si debemos saber que confiarles y de qué forma, utilizarlas para un primer acercamiento, y sacarles todo el jugo a estas nuevas herramientas que nos brinda la globalización, pero sin olvidar que es solo el primero, que vemos del otro una ínfima parte de lo que es y que su totalidad solo se descubre yendo a fondo fuera de las pantallas.
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