lunes 25 de noviembre, 2024
  • 8 am

Compartiendo

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
Cuando comenzó lo de la pandemia resolvieron dejar de venir a cocinar.
Entendía era una medida drástica puesto que implicaba que “nuestros comensales” se vieran privados de la comida que les ofrecemos.
Estaba bien no compartieran la mesa puesto que nuestro espacio es reducido.
Por eso continuamos brindándoles la comida que se llevaban a sus casas.
Debo reconocer que nuestras comidas deben haber perdido calidad pero ellos ganaban en la cantidad que se llevaban.
Ahora que todo va volviendo a la “nueva normalidad” ofrecimos a quienes lo desearan comer antes de llevarse la comida.
Solamente unos muy pocos retiran la comida sin compartir la mesa.
Es que ese instante de “la mesa compartida” tiene su particularidad y encanto.
No es una oportunidad donde se tratan temas profundos o en profundidad.
Es un instante donde dejamos de lado nuestras dificultades para compartir y reír.
Es un instante donde podemos sentarnos ante un plato de comida y disfrutar de la presencia de los demás.
Es un tiempo donde se apaga el televisor o la radio para poder escucharnos hablar.
En oportunidades la conversación está centrada en el fútbol y cada uno habla desde sus colores. Aquellos a quienes el tema no les interesa, hay algunos que no sienten atracción por el tema, guardan silencio y comen escuchando.
En oportunidades en tema es algo del momento y cada uno, según su información participa.
Muchas veces el tema recae en el quehacer y cada uno aprovecha para volcar vivencias.
Sea cual sea el tema todo tiene un tinte de hilaridad. Hasta hoy nunca ha habido un tema que haya concluido en una acalorada discusión.
Habían pasado varios meses desde la última mesa compartida pero nadie había olvidado su lugar en la mesa.
Como si se conservase reservado el lugar cada uno volvió a sentarse donde siempre.
Volvieron las risas y las bromas. Volvieron las tomadas de pelo y los diálogos.
Todo fue volviendo a la normalidad por más que la misma sea una nueva normalidad.
Este tiempo nos ha servido para ayudarnos un poco más.
Como no estaban “las cocineras” algunos han adquirido un mayor involucramiento en las tareas y en la actividad.
En cierta medida, este tiempo de “parate” ha servido para involucrar a los comensales en la tarea.
Sin que nadie se lo solicitase han asumido tareas que antes se descansaban en que “las cocineras” las hacían.
Este tiempo nos ha servido para un involucramiento mayor y descubrir la actividad como de todos.
Pero, también, ha servido para que volver a compartir la mesa nos hubiese hecho tomar conciencia de que habíamos dejado de lado algo valioso.
Ahora nuestra mesa está más llena de voces.
Ahora nuestra mesa está más llena de conversaciones intercambiadas.
Ahora, al finalizar la comida, parecería no hay prisa por retirarse sin antes dar una mano en ordenar y limpiar.
Me animo a decir que ahora es más compartida que antes.
Sin duda que el coronavirus nos ha ayudado a involucrarnos mucho más.
No es una distancia que se señala pero que es notoria puesto que evidente.
Llegaba, se duchaba y esperaba la hora de retirar su comida. Hoy llega y pone la mesa, se baña y está disponible para lo que se le solicite.
Siempre había sostenido que había que darles tiempo para que se fuesen involucrando. La pandemia nos ha hecho apurar esos tiempos voluntariamente. Hoy hemos ganado el que la mesa es más compartida que antes.
Hoy, aunque seamos algunos menos en número disfrutamos de una mesa compartida con sabor a más que antes.