viernes 29 de marzo, 2024
  • 8 am

Cartas a CAMBIO

Sr. Director
Don Julio Aguirrezábal
Le solicito la publicación en Cartas a CAMBIO de esta respuesta.
En su arremetida anti-charrúa y supuestamente pro-guaraní, el Sr. Leonardo Vinci va a la guerra con un tenedor. Como exalumno de Historia en el IPA, actualmente Profesor en la Universidad de Illinois, Chicago, y descendiente de bisabuela indígena, me siento obligado a responderle.
Nadie que sepa algo de historia niega la importante presencia guaraní en lo que LUEGO sería el territorio uruguayo. Y nadie procura oponer falsamente a charrúas versus guaraníes. Al mismo tiempo, tratar a los charrúas de foráneos a nuestra futura patria diciendo: “No habían nacido en ella como los árboles de su flora o los animales de su fauna”, en una época en que los países todavía no existían ni se imaginaban, es francamente absurdo.
Vinci se queja de que luego de “prestar algunos servicios” en la guerra contra el imperio (del Brasil, aclaremos), “pero más estimulados por el saqueo y la matanza que por otras consideraciones”, los “salvajes “charrúas’ hayan querido mantener su independencia. Hay que recordarle a Vinci que entre esos “servicios”, lanceros charrúas y guaraníes fueron los últimos soldados de Artigas, los más fieles, los que lo siguieron hasta el final y lo acompañaron al exilio junto con un contingente de soldados negros y sus familias.
Terminada la guerra, los charrúas, se escandaliza Vinci, “Hubieron de volver a su vida errante; y acechando desde los montes, salían en tropel, llevando la devastación y muerte a los establecimientos que recién se plantaban”. O sea, para Vinci los charrúas no tenían derecho a luchar contra los que se apropiaban de sus territorios ancestrales. Los patriotas BLANCOS de la Banda Oriental tenían derecho a defenderse del Imperio invasor. Pero los charrúas no, los charrúas tendrían que haberse sometido mansamente al yugo.
Los guaraníes venían del norte. O sea, eran tan foráneos como los charrúas, si vamos a seguir la lógica nacionalista retroactiva del Sr. Vinci. Pero para Vinci los guaraníes tenían un derecho de ocupación más “respetable”, porque plantaban. O sea, ser sedentario y agricultor es “mejor” y más “respetable” que ser un pueblo nómada cazador y recolector. Daniel Vidart, Margaret Mead, Lévi-Strauss y cuanto antropólogo haya existido se revuelcan en sus tumbas.
Acto seguido, el Sr. Vinci le canta loas al sistema esclavista teocrático de las Misiones Jesuíticas, que no solamente hacia que los guaraníes trabajaran gratis para la Iglesia Católica sino que además los despojaba de sus creencias y su cultura propias: su identidad como pueblo. Todo para “salvar sus almas” y convertirlos en mansos siervos de la Iglesia y la Corona.
Vinci afirma que los jesuitas les enseñaron la agricultura a los guaraníes. Ignora que los guaraníes, como millones de indígenas, eran agricultores desde mucho antes de la invasión europea. Vinci se inventa que los guaraníes empezaron a llegar a lo que sería nuestro territorio mandados en “vaquerías” por los jesuitas. Otro disparate. Se sabe que los guaraníes comenzaron sus migraciones hacia el sur por lo menos en el siglo XV. Los heroicos guerreros que el 20 de enero de 1516 derrotaron y luego devoraron ritualmente a los invasores comandados por Juan Díaz de Solís, eran guaraníes.
Resumiendo, los charrúas no eran “malos” y los guaraníes no eran “buenos” y “mansos”. Y oponerlos o contraponerlos no cumple ninguna función histórica. Como eran agricultores y por ende más sedentarios, los guaraníes fueron vencidos y dominados más fácilmente por los españoles y luego por los estancieros criollos. Antes de darse por vencidos, los guaraníes pelearon una heroica guerra contra godos y portugos, su comandante fue el famoso Sepé Tiarajú. Una guerra más encarnizada y masiva que cualquier cosa intentada por los charrúas.
Cuando atacaban, los charrúas y los guaraníes, como los pampas, los sioux y los apaches, lo hacían en legítima defensa de su libertad. Rivera y el Partido Colorado no solamente concretaron el genocidio de los charrúas sino que se encargaron de que ninguna comunidad guaraní o «tape», como les decían, sobreviviera como tal. Fueron «integrados» a prepo, o sea aculturizados, dentro de la estructura feudal del campo.
El Uruguay es el único país en todas las Américas que ha logrado destruir completamente a sus comunidades indígenas. Las demás naciones lo intentaron pero no lo lograron por completo. Vergüenza nacional.
Hoy el ADN indígena sobrevive en muchos de nosotros y cada vez más gente está orgullosa de ellos y más dispuesta a proclamarlo.
Firma: Elbio Rodríguez Barilari