martes 26 de noviembre, 2024
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Luces para la vida

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
En medio de la oscuridad brilla una luz.
No es una luz cualquiera puesto que cada uno aportó lo suyo para que la misma fuese posible.
Al comienzo era un pequeño fuego que con el paso de los momentos fue adquiriendo más y más fuerza.
Una fuerza que nos permitía ver los rostros de los presentes con nitidez.
Una fuerza que nos hacía saber que no estábamos solos junto al fuego.
Una fuerza que nos decía era posible gracias a aquel aporte individual que se hizo colectivo.
En medio de la oscuridad brilla una luz.
Una luz que debemos mantener encendida.
Una luz que debe dar sentido a nuestro actuar.
Una luz que no puede quedar encerrada en nosotros.
Una luz que debe ser brindada.
Hoy la realidad está colmada de oscuridades y es allí donde es necesario pongamos nuestra luz de vida.
Nuestro ser de cristianos no puede limitarse a determinados cumplimientos interiores.
Nuestro ser de cristianos necesita hacerse testimonio que se brinda desinteresadamente.
Cuando, como personas, nos brindamos a los demás logramos que lo nuestro sea luz y ello nos hace crecer como seres humanos.
Como seres humanos que somos nuestra luz adquiere diversa intensidad no siempre poseemos la misma fuerza de luz.
Debemos aceptar que así somos y no podemos imponernos otra exigencia.
Hay días que nuestra luz es la de, apenas, un fuego incipiente.
Hay días que nuestra luz apenas ilumina y otros en los que ilumina y brinda un tibio calor.
Pero no faltan las veces en que nuestra luz se convierte en llamarada intensa que ilumina y brinda calidez.
Lo verdaderamente importante es saber brindar nuestra luz siempre. No podemos limitarnos a las veces en que nos encontramos con todas las fuerzas de la luz sino siempre.
Es poner una sonrisa en medio de tantos rostros preocupados y tensos.
Es poner un saludo en el centro de nuestro relacionarnos con los demás para demoler muros que aíslan.
Es llamar a cada uno por su nombre e interesarnos por sus cosas para establecer cercanía y acortar distancias.
Es intentar ayudar a que se ayuden a solucionar situaciones y así despuntar dignidad.
Cada uno siempre encontramos en lo cotidiano oportunidades para brindar un algo de luz de vida.
Luz de aceptación, de respeto, de optimismo, de alegría, de buena voluntad, de desinterés, de cercanía, de sentido común y de esperanza.
Luz que, para nosotros, dice de Cristo presente y vivo entre nosotros hoy.
Luz que dice que lo nuestro es compromiso con la realidad.
No somos cristianos para hacer número en algún rito. Somos cristianos para llenar de luz a la vida.
Nuestro cristianismo tiene sentido pleno cuando colma de la luz de Cristo lo cotidiano de la vida. La nuestra y la de los demás.
Sin relación con la realidad que nos rodea la luz de Cristo pierde su cabal sentido.
La luz de Cristo es para la vida porque es una luz viva que no puede quedar detenida en algún rincón.
La luz de Cristo es para la vida y, por lo tanto, debe hacerse realidad en nuestra existencia y, por ello, en nuestra relación con los demás.
Luz para la vida y para convertirnos en seres de luz.