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No hay manera

Por el Dr. César Suárez
Yo suelo escribir de cualquier tema que se me ocurra al momento de iniciar el desarrollo de mi columna semanal, lo que no suelo, es incursionar es temas políticos, por lo menos no, en lo político partidario sin perjuicio de que sí tengo mi opinión, que, si bien tengo mis preferencias, no necesariamente coincide con el 100% de sus posturas lo que me aleja de un fanatismo partidario.
Mirando hacia atrás, me doy cuenta que tengo varias elecciones encima, aunque tendrían que haber sido más de no haber padecido un triste periodo de dictadura, así y todo, pude votar en 10 elecciones nacionales desde que cuento con mi credencial cívica la que he actualizado en varias oportunidades.
También he sido testigo de varias elecciones departamentales, antes junto con las nacionales y después en forma separada, he sido testigo, sobre todo en Salto, de la asunción de intendentes electos por los partidos principales y varias oportunidades, cambio de mando al igual que suele suceder en el resto del país.
Las campañas electorales son muy costosas, en esfuerzo y en dinero y, por consiguiente, un pelado nunca gana.
Todo va cambiando de acuerdo a las estrategias político electorales y a la percepción y la ilusión y la conveniencia de cada individuo y donde siempre se constata, en la mayoría de los casos que hay un núcleo limitado que no supera el 20% de personas que no tienen una ideología definida ni apego, que van hacia un lado u otro de acuerdo a la sensación que a cada uno lo empuje y las promesas electorales y suelen ser los responsables de cambiar el signo político en cada elección.
Lo que nunca cambia, en cualquier lado que sea es el discurso de asunción, sobre todo cuando cambia el partido político. Parece que el discurso escrito por el mismo autor que calza justo para cada intendente y equipo que asume.
Todos dirán, asumimos una intendencia devastada, fundida, endeudada, con un deterioro casi terminal de la flota y maquinaria con caminos rurales destruidos, problemas de limpieza y manejo deficiente de los residuos domiciliarios e industriales.
Edificios públicos deteriorados, calles destruidas.
A todo esto, se le agrega los generosos anuncios para mejorar cada área, pero la realidad que para hacer una administración eficiente se necesita dinero y los medios de recaudación son limitados, sobre todo contribución inmobiliaria y patentes de vehículos y otros tributos de incidencia menor así como los recursos aportados por rentas generales, que todo sumados es una cifra interesante, pero el rubro cero, referido al pago de sueldo consume el 60 al 70% o más y no quedan recursos para inversión en obras y asistencia a los más desvalidos.
Las intendencias terminan por ser un coto político del que gana y jamás se manejan como una empresa, no hay concursos y el ingreso de personal, habitualmente, está vinculado al pago de favores políticos sin valoración de las aptitudes para el desempeño de las tareas que deben realizar con la percepción que hay de más personas con cargos que los que realmente se necesitan con el agravante de que es frecuente que las cuadrillas suelen quedarse sin material porque por el momento no hay plata para eso, la tarea encomendada queda en suspenso y los operarios de brazos cruzados.
En estas condiciones, las promesas son muchas, los recursos son escasos y no hay voluntad que alcance para hacer una gestión eficiente y muchas cosas terminan por no hacerse porque no hay con qué, las promesas no se pueden cumplir y por consiguiente, el gobierno departamental comienza a perder credibilidad, situación aprovechada por los por los que estaban en la oposición del momento, que si las ganan, harán exactamente el mismo discurso que se repite en cada asunción, exactamente igual o muy parecido hasta darse cuenta que con esta forma de manejo muy político y poco profesional, no hay manera.