Por Daniel Dalmao
Para los uruguayos y las uruguayas no implica lo mismo nacer y vivir en la zona metropolitana que en el resto del país (zona que comúnmente denominamos-para nosotros en forma equivocada-Interior). Esto ha sido así históricamente y persiste aún, sin duda, esa situación a pesar de los cambios que se han impulsado para mitigar las diferencias.
Desde una perspectiva que considere a la democracia como un sistema que debe generar las condiciones para una sociedad igualitaria, donde sus integrantes puedan satisfacer sus necesidades básicas, vivir con seguridad, ejercer plenamente sus derechos, planificar su proyecto de vida con posibilidades reales de concretarlo, en fin, una vida plena en libertad; no puede haber dudas que esta “mirada” debe ver al país en su globalidad. Dicho en una forma muy sencilla, hacer realidad lo anterior significaría hacerlo posible para cada uruguayo y para cada uruguaya independientemente del lugar del paisito donde le toque nacer y vivir.
Somos conscientes que deben existir en nuestra sociedad personas que piensen que aspirar a lo anterior es una utopía, que las diferencias “capital-interior” o “centro-periferia” son naturales y siempre van a existir. No es, obviamente, nuestra postura y no lo puede ser por la concepción del mundo que abrazamos, de la cual si se desprende la actitud militante por un mundo mejor.
Otro de los temas que puede considerarse como algo “sin remedio “en nuestra sociedad, aunque se lo perciba como muy negativo o nocivo, es el llamado “clientelismo político”. Parece muy natural que alguien que aspire y se proponga para un cargo electivo prometa a quien lo “acompañe”, soluciones a sus problemas particulares, por ejemplo un “empleo público” pero no solo eso porque, la imaginación en esto de generar favores puede ser muy fecunda. Parece de sentido común, que la opinión pública en Uruguay considera que esto ocurre fundamentalmente en los departamentos del Interior del país y particularmente en las intendencias. Quizá un análisis más profundo nos podría arrojar otros resultados. Por ejemplo, ¿cuántos miles de cargos-de los jerárquicos y los que no- se generan en la administración pública y como se los llenan en cada período de gobierno?
En el parlamento está a consideración un proyecto de ley para obligar a que los ingresos en las intendencias sean exclusivamente por concurso o sorteo. No dudamos en cuanto a que esta norma puede ser una herramienta que ayude a combatir ese tan “injusto” método de cooptación de voluntades y adhesión política, el manido “clientelismo político”. Pero no creemos sea suficiente para cumplir con ese objetivo. En principio, dos grandes razones fundamentan nuestra posición. Una de ellas es la que señalamos más arriba, la imaginación en materia de generar favores políticos es inmensa, va mucho más allá de un “puesto” municipal. La otra nos surge de ver a este fenómeno no solo como una causa de muchos males y de situaciones injustas-que en buena medida lo es-sino también como consecuencia de condiciones materiales/sociales que han persistido en el tiempo y de forma más aguda en el Interior. Se destaca en esta mirada el problema del trabajo, del empleo de calidad, no precario. ¿Por qué una persona se ve obligada a dejar a un lado su dignidad y dar su voto por una promesa de trabajo?
Esto sí es un gran problema a resolver por parte de la sociedad en su conjunto y una significativa responsabilidad del gobierno, de los gobiernos. Para esto habrá que apostar definitivamente a la descentralización de las políticas que son responsabilidad del gobierno nacional. Con conocimiento de la realidad de cada región, promover emprendimientos productivos que generen fuentes genuinas de trabajo y ahí sí, velar por el acceso en condiciones de igualdad para todos.
A más trabajo, más calidad y mejores condiciones, a igualdad en el acceso al empleo, no dudamos, seguirá menos clientelismo político y por tanto, más libertad y más dignidad.
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