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Del desorden, al compromiso de gobernar bien

Por Carlos Silva
Han pasado apenas unas semanas desde que asumió el nuevo gobierno departamental encabezado por Carlos Albisu y ya pueden observarse con claridad las enormes diferencias de actitud, gestión y compromiso respecto a lo que fue la administración anterior. No se trata solo de una nueva conducción, sino de un nuevo estilo, de una manera distinta de concebir el rol de la Intendencia: al servicio de los Salteños, con orden, transparencia y trabajo en equipo.
El punto de partida no ha sido sencillo. A la difícil situación financiera heredada, se sumaron obstáculos inesperados como una deuda con el Banco República por 287 millones de pesos vencida el mismo día del cambio de mando, sumada a una deuda con proveedores por varios millones de pesos. A eso se agregó una decisión política del gobierno saliente de contratar de forma permanente, a casi 300 funcionarios en la recta final de su gobierno, cuando ya sabían que no continuarían en la conducción. Todo eso hizo más compleja una situación, que ya era delicada.
Pero lejos de paralizarse, el nuevo gobierno ha demostrado estar a la altura. Con firmeza y responsabilidad, se está trabajando para ordenar las cuentas, renegociar con proveedores, gestionar nuevas líneas de crédito y asegurar el pago de salarios y compromisos básicos. Al mismo tiempo, se comenzó una revisión exhaustiva de cada área para conocer con precisión el estado real de la Intendencia.
Y mientras tanto, se han empezado a tomar decisiones que muestran otra forma de gobernar. Se reactivaron espacios culturales y se retomaron actividades para toda la familia. Se puede ver a los funcionarios municipales trabajando con sus uniformes, con sentido de pertenencia, con compromiso renovado.
Pero lo más importante no está en los detalles, sino en el clima general que se respira. Hay esperanza, hay orgullo, hay una energía distinta en las oficinas municipales, en las calles, en los barrios. Porque cuando se lidera con responsabilidad, cuando se gobierna pensando en el bien común, la gente lo percibe y los funcionarios responden con confianza y entusiasmo.
Por supuesto, los desafíos son enormes. No se puede revertir en unas semanas lo que estuvo mal durante diez años. Pero ya se está haciendo mucho más de lo que muchos esperaban. Y eso no es casualidad. Es fruto de un equipo comprometido, con capacidad técnica y con convicción política. Un equipo que no vino a improvisar, sino a transformar.
El pueblo de Salto eligió cambiar. Eligió esperanza. Y esa esperanza hoy se alimenta de hechos concretos. De señales claras. De una gestión que no se queja, sino que se arremanga y que resuelve. Que no promete, sino que cumple.
A eso vinimos. A trabajar con responsabilidad. A gobernar con seriedad. A devolverle a Salto el lugar que nunca debió perder.