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La rampa

Por el Padre Martín Ponce De León
El pobre carrito de mano debía subir o bajar un pequeño escalón de unos quince centímetros. Era toda una dificultad insalvable e imposible de evitar.
Al subir debía subir, primero, una de sus ruedas y, una vez ella arriba, subir la otra. Resultaba muy difícil poder subir las dos ruedas al mismo tiempo.
Al bajar lo hacía de una sola vez pero produciendo un golpe que lo estremecía por completo y auguraba muy poco tiempo de duración a los rulemanes de sus ruedas,
Un día todo cambió para su subir o bajar puesto que colocaron una sencilla rampa delante del escalón y su subir o bajar se simplificó.
Subía el escalón y su carga no se balanceaba ni caía y la bajada lo hacía con toda prisa y no estaba más aquel golpe seco y estremecedor.
Al verle funcionando tan fácilmente me puse a pensar en lo muy nuestra que es la situación del pobre carrito. Solemos encontrar, en nuestra vida, situaciones que nos resultan inevitable y problemáticas.
Debemos enfrentarlas, pero ello, siempre, nos acarrea complicaciones que se nos hacen difíciles o imposibles de resolver. Por más que les busquemos la vuelta siempre nos plantea dificultades.
Así, como el pobre carrito encontró la rampa que le ayudó a superar su dificultad, nosotros, muchas veces, encontramos seres que nos ayudan a solucionar cuestiones que problematizan nuestra vida.
Son esas personas que se nos hacen nuestra rampa que nos permite encontrar la manera de que lo problemático deje de serlo.
Nos ayudan con su presencia y su sentido común. Nos ayudan con una mano que nos hace tomar conciencia o con una palabra que nos permite darnos cuenta del camino posible.
Lo suyo no es quitarnos la dificultad sino hacernos tomar conciencia que la podemos enfrentar de manera positiva y confiadamente.
Necesario es que sepamos asumir que es una dificultad que no sabemos resolver desde nosotros mismos. Es una dificultad que se nos hace insalvable. Puede ser una tarea que nunca logramos realizar debidamente, puede ser el trato con alguien que siempre concluye perturbándonos, puede ser un problema que jamás terminamos de resolver adecuadamente. Necesario es que aceptemos que necesitamos ser ayudados.
Nadie se va a ofrecer como “rampa” en nuestra vida. Aparecerá sin que lo busquemos o nos propongamos encontrar un ser así. Sin que nos demos cuenta, con una palabra, un comentario o una sugerencia, va a hacer que la dificultad se transforme en un mero trámite.
Dios siempre está poniendo, junto a nosotros, esos “seres rampas” que nos ayudan a vivir de manera mejor porque aportando en nuestras dificultades vitales.
En oportunidades somos tan necios que no asumimos necesitamos ser ayudados. En oportunidades nuestro ego no permite que escuchemos o atendamos lo que se nos brinda. En oportunidades nos empeñamos en que somos nosotros quienes vamos a encontrar el modo de solucionar nuestros problemas o dificultades.
Sí, somos nosotros quienes habremos de encontrar las soluciones necesarias, pero, también, quienes debemos asumir el que nos debemos dejar ayudar.
Dios no nos quiere estemos permanentemente angustiados, sino que, como Padre que es, quiere sepamos disfrutar la realidad enfrentando las situaciones que nos tocan. Por ello es que debemos agradecerle que, siempre, nos acerca “seres rampas” que nos ayudan a que nos ayudemos sabiendo vivir lo que nos corresponde.