Por Carlos Arredondo
Confieso que aun no tengo posición tomada sobre la conveniencia, o no, de que la eutanasia sea ley. Me pongo en el lugar de aquellos que sufren, o de sus seres queridos que lo ven sufrir, y se me arma un entuerto que no me deja tomar posición.
¿Entonces qué me lleva a oponerme tan vehementemente al proyecto que hoy analizará el plenario de la cámara de diputados?
El asunto es que me resulta un tanto inentendible que se haya puesto sobre la mesa semejante idea, sin que haya una firme necesidad, ni clamor popular que lo reclame y a ningún actor político se le haya ocurrido proponer que el tema baje a la ciudadanía para dar justa y necesaria discusión.
Y si tenemos en cuenta que no hubo debate, que fue manejado entre las sombras, y solo con las voces de sus impulsores teniendo brillo en los grandes medios, el asunto se torna un tanto sospechoso. Máxime teniendo en cuenta que Uruguay es un país “tomador de agendas”, porque así como tiene que bancarse los precios que otros le ponen a sus productos, también debe bancarse las imposiciones de quienes, plata de por medio, han hecho de la vida un lujo solo reservado para unos pocos – ellos mismos-
Además eso que le hayan cambiado el nombre -al proyecto- de “Eutanasia” a “Muerte Digna”, sobre la marcha, me resulta con un tufillo a: “La ciudadanía no quiere esto pero tenemos que hacerlo igual”.
Pero más allá de mis suspicacias, lo que más preocupación me genera es la brutal falta de garantías que el proyecto trae consigo. Tantas que, una vez aprobado, toda persona mayor de 18 años que viva en el Uruguay estará, literalmente hablando, en peligro de muerte.
Es que el proyecto de ley -que tiene la aprobación de toda la bancada del FA, el Partido Colorado y el Independiente, y mantiene dividido al Partido Nacional– de pique convierte a los médicos en tipos habilitados para matar -cambiando un paradigma que hace mas de 100 años es parte de nuestra cultura-. Los médicos podrán tomar esta medida cada vez que puedan, no solo cuando sea necesario. Y si la muerte del paciente le ahorrará ingentes cantidades de dinero a sus empleadores debido a lo costoso que resultan los cuidados paliativos…Por lo menos permíteme preocuparme. Máxime teniendo en cuenta que los cuidados paliativos mal aplicados convencen a cualquiera de preferir la muerte ¿O no?
Cualquier persona mayor podrá solicitar la eutanasia y NO será necesario que intervenga un juez, un psicólogo, ni mucho menos la familia. Entre cuatro paredes, fuera de la vista de cualquier control, dos médicos y una firma de “declaración de voluntad” podrán tomar cartas en el asunto y concretar lo que por ley será “Muerte natural”. Si, la eutanasia, de acuerdo a este proyecto, será considerada muerte natural (Una mentira que se hace ley), por lo que no quedarán registros, ni evidencias.
Eso sí, después de consumado el hecho, si alguien tiene algo que objetar, podrá recurrir a la justicia quien, recién ahí podrá intervenir. ¡Una locura por donde lo mires!
Pero sabés una cosa, independientemente a lo doloroso que resulta ver a un familiar, que su salud y su vida no tienen vueltas, sufriendo, somos muchos más los que hemos visto a familiares peleándola a pesar del sufrimiento. ¿Entonces qué hacemos con quienes a pesar de todo desean vivir? ¿Cuáles serán las garantías que nos dará el sistema médico de que hará lo imposible por mantenerlo con dignidad, sin medir costos económicos, sin dolor y…vivo?
La llegada de esta ley, que no tiene nada de digna y solo trae muerte, es una ruleta rusa, un cheque en blanco a quienes en más de una oportunidad no han estado a la altura de las circunstancias, pero fundamentalmente es la perdida de la dignidad de una sociedad que se entregó a las garras de quienes dan las ordenes, y simplemente las cumple, y se las banca, las órdenes.
Porque la muerte nunca es digna, -lo digno es el camino hacia ella, y es lo que tiene que ocuparnos-, por los que a pesar del dolor pelean por vivir, porque nuestra sociedad no merece semejante golpe a su dignidad, es que digo NO al proyecto de ley “Muerte Digna” que le imponen al país.
