Dr. Ramón Soto.
Colegio Médico del Uruguay
Una encuesta del GACH en abril–junio de 2021 reveló que: El 30 % de la población adulta uruguaya tiene un nivel alto de malestar psicológico. Otro 30 % lo reporta como moderado, y el 40 % restante como bajo.
Esto implica que, al menos seis de cada diez personas sienten necesidad de atención en salud mental, especialmente entre jóvenes (18-34 años).
Según el Observatorio del Sistema de Salud del Uruguay (julio 2025), el país enfrenta una crisis silenciosa pero devastadora: La tasa de suicidio en 2022 rondó los 20,5 por cada 100 000 habitantes, casi el doble del promedio regional
Los trastornos de ansiedad y depresión afectan aproximadamente al 10 % de la población adulta, pero menos del 20 % de quienes los padecen reciben atención oportuna.
Las desigualdades se profundizan en contextos de pobreza: personas en hogares con inseguridad alimentaria tienen un 50 % más riesgo de sufrir trastornos mentales severos.
En Montevideo hay 18 psicólogos por cada 10 000 habitantes; en departamentos como Rivera o Artigas, menos de 5; y el 70 % de los centros de salud carece de psiquiatras.
SUICIDIOS: EDAD Y GÉNERO
En 2023, se registraron 763 suicidios en Uruguay, con una tasa de 21,3 por cada 100 000 habitantes — el doble del promedio regional.
Un 32 % correspondió a personas mayores, especialmente afectadas por la «desafiliación social» tras la jubilación.
Los hombres siguen representando la mayoría de los casos, debido a estructuras culturales que dificultan la expresión de vulnerabilidad.
En una nota editorial del Observatorio, se confirma que cada año se registran cerca de 700 suicidios, con mayor incidencia en el interior del país, y que el suicidio es la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años, tras los accidentes de tránsito.
IMPACTO DE LA PANDEMIA
La línea de atención emocional registró un aumento del 321 % en llamadas durante marzo-junio de 2020, respecto al año anterior.
Encuestas revelan cifras altas: en periodos de confinamiento y después, el 27 %–31 % reportaron ansiedad, y similar proporción sintieron tristeza.
Otros factores asociados fueron: aislamiento prolongado, ser mujer, menor nivel socioeconómico. En contraste: la actividad física, mantener rutina de sueño y la exposición a luz natural tuvieron un efecto protector.
¿QUÉ NOS DICE TODO ESTO?
Uruguay enfrenta una situación compleja en salud mental: altos niveles de angustia y ansiedad, especialmente entre jóvenes y adultos mayores, junto con tasas de suicidio por encima del promedio regional. El acceso limitado a servicios especializados y la persistencia de estigmas culturales agravan el problema.
La pandemia agudizó la situación, aunque también visibilizó la urgencia de apoyo emocional. Incentivos como rutinas saludables, conexión comunitaria y políticas estructurales podrían marcar diferencia.
¿QUÉ SE PUEDE HACER?
Fortalecer el Programa Sensibilización que llevó adelante el MSP y los prestadores de salud, visibilizar el tema, hablar sobre ello, no estás solo, no estás sola. La ayuda puede ser de cualquier persona, no necesariamente deba ser técnica, cualquier vecino, familiar o persona cercana puede ser de utilidad.
Mejorar el acceso y equidad: fortalecer la atención primaria con profesionales capacitados, especialmente en el interior del país.
Invertir en prevención y atención comunitaria, más allá del enfoque clínico—escuelas, barrios y espacios laborales deben involucrarse.
Combinar medidas sociales: vivienda, empleo, redes de apoyo, para atacar determinantes estructurales.
Romper tabúes y promover la salud emocional como prioritario en la agenda pública.
Recursos útiles en Uruguay:Línea de prevención del suicidio (Línea Vida): *0800 0767 / 0767.
Fuentes: El País, observatoriosalud.org.uy, Redalyc.org, revistas.ucu.edu.uy.
