Por Alexandra Ledesma
Socióloga y Educadora Sexual
Es impensado nombrar uno a uno los cambios que hemos venido atravesando desde la mitad del siglo XX, la vorágine de la modernización, la entrada en escena de la tecnología, el ciberespacio, nuevas formas de conectarnos, el reconocimiento (en parte) de los derechos de las mujeres como parte activa de la sociedad, integrando espacios que antes eran infranqueables, liderando, empoderándose, todo aquello que décadas atrás nadie se atrevía ni siquiera a soñarlo.
Todos estos cambios no les fueron ajenos al modelo familiar tradicional, la “familia tipo”, el concepto ha venido cambiando a través de los años, hoy, la forma en que se constituye un hogar es diverso, es múltiple, es desde las diferentes formas de vincularnos que hemos adoptado.
Desde familias monoparentales, reconstituidas o ensambladas, entre muchas otras. Pero esto no es más que el reflejo de los cambios sociales que aun atravesamos, de la diversidad en la que se adentro la sociedad. Y si bien esta diversidad se celebra, no deja de traer complejidades para muchos de estos modelos.
Una de las mayores preocupaciones en estos tiempos que corren, es como llevar a cabo el ensamblaje familiar. Las familias ensambladas, donde uno o ambos miembros de una pareja traen consigo una historia anterior que incluye no solo una ex pareja, sino con ella hijos, se vuelve por momentos todo un desafío, un proceso largo de adaptación, de paciencia, de redefinición familiar, y con ello el rol de cada integrante. En algunos casos llegan hijos a esta nueva familia lo que le agrega más piezas a este rompecabezas.
Pero los nuevos modelos reflejan esta nueva diversidad, de amor, de crianza, de convivencia, de contención, sobre todo si se da desde el respeto, la escucha, la validación, el acuerdo, la comunicación abierta y asertiva. Saber brindarle el espacio a cada uno de los integrantes, validando sus emociones ante los cambios. Permitir la expresión tanto de alegrías como de frustraciones en el proceso es fundamental para lograr un ensamblaje sano. En ello se encuentran las claves, en hablar lo que se siente, sin forzar vínculos cuando estos no se dan naturalmente, ni mucho menos acelerarlos y “obligarse” a formar lazos si aun no son los tiempos. El amor, la confianza, no surgen de la noche a la mañana, se trabajan, se alimentan día a día, mediante acciones y demostraciones, siendo empáticos e igualitarios con niños y/o adolescentes procedentes de ambos miembros de esta nueva pareja que se formo, demostrando así responsabilidad y madurez por parte de los adultos.
Algo que también debe ser tenido en cuenta es el acuerdo de reglas. En ocasiones anteriores ya he planteado la importancia de los límites tanto propios como ajenos para un vínculo exitoso y sano, y las reglas son parte inevitable para que estos límites se respeten. Una buena convivencia no persiste sin reglas, y estas, además de evitar el conflicto entre los integrantes, también les transmiten seguridad y confianza a los niños que integran el nuevo núcleo.
Recordar que una nueva familia no implica el reemplazo de la anterior, sobre todo cuando se trata de hijos de parejas anteriores. Se trata de la construcción de algo nuevo, no se convivir con los fantasmas de los errores de un vínculo anterior. De un vínculo anterior se aprende, de lo bueno y de lo no tanto, y puede servir de ejemplo para mejorar.
MINUTO A MINUTO