Por Carlos Silva
Asumir la conducción de la Intendencia de Salto en este momento histórico significa enfrentarse a una realidad compleja, marcada por la falta de recursos, deudas heredadas y limitaciones financieras que condicionan cualquier decisión. Quizás para algunos sería más sencillo esconder la verdad, pero no es nuestro estilo ni nuestra forma de gobernar. Preferimos hablarle claro a la gente, la situación económica es difícil, no hay plata, pero sí hay algo mucho más importante, y que a la larga vale más que cualquier cifra en un balance: compromiso, trabajo y responsabilidad de los funcionarios y jerarcas que asumimos esta tarea.
Lo primero que quedó en evidencia al iniciar esta gestión fue la magnitud de los problemas financieros. No se trata solamente de una caja vacía, sino de una acumulación de deudas, incumplimientos y atrasos que afectan no solo a la institución, sino también a la confianza de la ciudadanía en su gobierno departamental. Sin embargo, en vez de resignarnos a esa pesada herencia, decidimos transformarla en el punto de partida para demostrar que el cambio en Salto es real, que no depende de la abundancia de recursos, sino de la actitud que se le ponga.
La reacción de los funcionarios y de los equipos de gobierno ha sido ejemplar. Desde el primer día, con jornadas extendidas y un compromiso absoluto, se pusieron al hombro la responsabilidad de reorganizar, de poner orden donde antes reinaba la improvisación y la desidia. En muchos casos, sin contar con las herramientas básicas para trabajar, han sabido encontrar soluciones creativas, optimizar los recursos disponibles y dar respuesta inmediata a los reclamos de la gente.
Este compromiso no se mide en recibos de sueldo ni en presupuestos millonarios. Se mide en horas de esfuerzo, en la vocación de servicio, en la actitud de no bajar los brazos aun cuando los números no cierran. Y ese ejemplo de muchos funcionarios también debe ser valorado por la ciudadanía, porque es allí donde se nota la diferencia entre un gobierno que administra con cercanía y otro que se escuda en excusas.
Hoy en Salto no sobra nada. No sobra plata, no sobran recursos, no sobran facilidades. Pero sí sobra algo fundamental, la voluntad de hacer las cosas bien, de trabajar codo a codo, de no claudicar ante la adversidad. Ese es el mensaje que queremos transmitir: que la esperanza de recuperar el departamento no está condicionada por la herencia financiera, sino que se sostiene en el compromiso humano y político de quienes elegimos el camino de la responsabilidad.
Sabemos que los problemas no se van a resolver de un día para el otro. No hay soluciones mágicas ni recetas fáciles. Lo que sí hay es un plan claro, un equipo comprometido y la decisión firme de no detenernos ante las dificultades. Porque gobernar significa justamente eso: tomar decisiones aun en la escasez, priorizar lo urgente, atender lo necesario y, sobre todo, pensar en el futuro.
El pueblo de Salto merece saber que se está gobernando con seriedad. Que se acabaron las improvisaciones y que la prioridad no es esconder la realidad, sino enfrentarla con trabajo, transparencia y responsabilidad. Que aunque falten los recursos, no falta lo esencial, la dignidad de muchos funcionarios que, sin plata, pero con compromiso, ya están demostrando que Salto puede salir adelante.
Con Carlos Albisu al frente de la Intendencia y con el respaldo sólido de la Coalición Republicana, este compromiso adquiere todavía mayor fuerza. Porque no se trata solo de un grupo de personas entregando lo mejor de sí, sino de un proyecto político que viene a recuperar el orgullo de ser Salteños y a devolverle al departamento el lugar que nunca debió perder. Con responsabilidad, unidad y trabajo, estamos convencidos de que Salto saldrá adelante y volverá a ser ejemplo de desarrollo para todo el país.
