Por el Dr. César Suárez
Un grupo de científicos que estudiaba la conducta de los animales en diferentes circunstancias colocaron cinco monos en una jaula, una escalera y colgado del techo, un conjunto de bananas.
Una vez que ingresaron a la jaula, uno de los monos intentó alcanzar las bananas subiendo por la escalera pero no bien lo intentó, a los otro cuatro monos que quedaron en el piso les aplicaron chorros de agua congelada, situación que se repite con los monos que quedan en el piso cuando alguno de los monos intenta subir la escalera, después de que la escena se repite varias veces, los monos se dan cuenta que cada vez que un mono intenta subir por las bananas, los demás reciben, cada vez, chorros de agua congelada por lo que intentan evitar que el mono suba, con gritos y golpeando al mono que pretende subir hasta que ningún otro mono lo intenta más.
En ese momento, los experimentadores sacan un mono y lo sustituyen por otro que no bien ve las bananas, intenta subir la escalera pero los otros cuatro monos se lo impiden aunque ya no hay más chorros de agua fría, el nuevo mono no entiende lo que sucede pero ante el castigo de sus compañeros, desiste. En ese momento sustituyen otro mono y el nuevo intenta subir por las bananas siendo impedido agresivamente no sólo por los tres monos originales sin que también se suma el mono anteriormente sustituido al castigo aunque nunca recibió chorros de agua fría.
Así siguieron hasta que sustituyeron uno a uno a los cinco monos originales y a pesar de que no quedaba en la jaula ningún mono de los que había recibido el castigo de agua fría, los nuevos monos seguían castigando a cada nuevo mono integrado a la jaula cuando intentaba subir por las bananas, lo seguían haciendo sin saber por qué, dado que nada ni nadie se lo impedía, en realidad, sólo seguían el “mandato social”
Pero no sólo los monos actúan de esa manera, los seres humanos solemos tener conductas similares.
La realidad es que cada uno piensa con la cabeza que tiene. Un niño recién nacido casi que no piensa, sólo percibe y rápidamente aprende que si llora regularmente alguien lo atiende y poco a poco va evaluando el entorno y en la medida que crece, se expone a premios y castigos, el entorno le dice lo que se puede y lo que no se puede y tanto una cosa como la otra poco a poco lo va automatizando y cada uno se va encuadrando en una suerte de esquema que termina por conformar la cultura que le da la impronta a cada comunidad que la distingue de otra, o un núcleo social que lo diferencia de otro.
Cada generación etaria tiene sus conductas propias y los jóvenes a pesar de ser los más “revolucionarios” tienen patrones de conductas imitándose unos a otros, en actitudes, en modas, en costumbres y quien no se ajusta a esos moldes pasa a ser un “raro”.
Esta forma de actuar y percibir también se reitera en los diferentes estratos sociales.
El pobre suele pensar como pobre, el rico suele pensar como rico, el profesional suele pensar como profesional, el militar suele pensar como militar, cada uno encajonado en su rol y son pocos los que logran pensar afuera de “la caja” sin preguntarse por qué, pero la mayoría sigue siempre haciendo las cosas de la misma manera sin buscar otra alternativa mejor dado que “siempre se hizo así” y cuesta convencerse que hay otras maneras de hacerlo mejor.
Se copia la actitud de los demás sin cuestionar por qué se está actuando de esa manera. Ante una exposición o discurso, basta que aplauda uno para que el resto aplauda aunque no haya entendido lo que se dijo, si uno se para a aplaudir, el resto del público se para a aplaudir aunque no sepa por qué.
Cuando alguien vence el esquema e intenta salirse de “la caja”, habitualmente es resistido porque resulta incómodo salirse de la zona de confort aunque ese confort no sea tal.
Preguntarse por qué, siempre es un ejercicio necesario, remover los obstáculos siempre requiere un esfuerzo pero abre caminos.
El temor a lo intrascendente suele ser explotado por lo que venden protección sobre riesgos incomprobables, al castigo divino, a crisis, a la apocalipsis,
El temor al agua congelada es una actitud lógica y razonable, el temor a la nada es costumbre, comodidad o cobardía.
Revisando la historia, los que pensaron fuera de caja, cambiaron el mundo y los que no, hicieron como los monos, se aguantaron en el molde sin saber por qué.
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