jueves 28 de marzo, 2024
  • 8 am

Los caminos al conocimiento

César Suárez
Por

César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
Hay muchas estrategias posibles para lograr determinados objetivos, la más elemental es la generada a través prueba y error, avanzando a través de la observación, quedándonos con lo que funciona y descartando lo que no. Esta metodología típica de los baquianos que, a través de la necesidad, la experiencia, la inteligencia, la habilidad y la intuición va generando un aprendizaje de integración e interacción con el medio para poder sobrevivir de la mejor manera que las circunstancias lo permitan, pero habitualmente esta metodología e muy elemental y los logros suelen ser muy rudimentarios.
Pero la humanidad ha progresado, primero, en base a la capacidad de los baquianos, y después, a través de la trasmisión de sus habilidades a otros, acumulando conocimientos, tratando de evitar de este modo, los errores ya cometidos por otros.
La enseñanza sistematizada de cualquier habilidad, acelera las capacitaciones y permite adquirir los conocimientos teóricos que luego podrán perfeccionarse con la práctica cotidiana.
La experiencia demuestra que la adquisición de cualquier aprendizaje suele ser lento y engorroso y para ello se debe contar con predisposición, capacidad, vocación, estímulo, orientación y herramientas adecuadas.
Yo mismo, antes de ser médico, al igual que cualquier otro, tuve que cursar toda la enseñanza primaria, secundaria con bachillerato incluido, facultad de medicina y para luego ser especialista en dermatología, cursar la especialidad.
Siendo el conocimiento médico tan versátil y dinámico, tampoco alcanza con todo esto, es necesario continuar con el aprendizaje sistematizado para irse adecuando a cada tiempo.
Yo comentaba en una columna anterior, que cuando recibí mi título de dermatólogo, el SIDA no se conocía, por lo tanto, tuve que ir incorporando nuevos conocimientos a medida que se desarrollaban para manejarme dentro de esta especialidad que después fue y sigue siendo una tarea trascendental de mi actividad médica.
Pero el conocimiento no llega solo, hay que salir a buscarlo, en ocasiones está al alcance de la mano, pero en otras ocasiones está disperso y lejos tanto física como económicamente, sobre todo cuando no habitamos una urbe multitudinaria con todos los servicios.
De acuerdo a donde a cada uno le haya tocado nacer estará más cerca o lejos del acceso a conocimiento que le interesa incorporar y cuanto más lejos se está, más dificultades se tienen.
En mí caso, de inicio, al vivir en un medio rural, tuve que desplazarse a la ciudad para hacer secundaria, y como vivía en el interior, tuve que desplazarme a la capital para acceder a la facultad de medicina y dado que muchas inquietudes de aprendizaje no estaban disponibles en el país, trasladarme al extranjero a procurar esos conocimientos.
Estando radicado en Salto en los últimos cuarenta años, para mantenerme actualizado viajé cientos de veces a Montevideo y Buenos Aires con un gran desgaste físico, pero los tiempos cambian y hemos tenido la suerte de ser testigos de una incesante revolución en el acceso a la información a través de los buscadores informáticos y de los terminales inteligentes (computadoras, teléfonos inteligentes, tabletas) que permiten búsquedas automáticas de toda la información que cada uno necesite, herramientas jamás soñadas ni por las mentes más fantasiosas.
Si faltaba algo, en los últimos tiempos se han ido perfeccionando herramientas on line de intercambio masivo con trasmisiones de imagen en directo que permiten asistir en forma remota y simultánea a cualquier actividad educativa generada en cualquier parte del mundo sin moverse físicamente de donde cada uno esté, casi como si cada uno estuviera en ese lugar, permitiendo el intercambio en tiempo real, con la ventaja de que esas actividades quedan habitualmente “colgadas” en la red para poderlas volver a ver cuántas veces cada uno quiera.
No me imagino que nuevas cosas nos deparará el futuro en el acceso al conocimiento, lo que sí sé ahora que la realidad ha cambiado en una forma imposible de concebir de cuando yo era un niño escolar de una escuela rural, quedando la sensación de que en pocas décadas hemos tenido el privilegio de asistir a un sueño fantasioso, desopilante y disfrutable donde me siento inmensamente confortado del que no quiero despertar.