Por el Padre Martín Ponce De León
Vive en un mundo donde no ingresa la realidad.
Cuando opina sobre algún acontecimiento lo hace desde una perspectiva muy particular.
Por ello es que ante muchas cosas de las que se pueden hablar se limita a reír puesto que carece de conocimiento real.
Por ejemplo, en una oportunidad manifestó que en su casa tenía una piscina de siete metros de profundidad.
No lo hace por alardear sino por no tener ni idea de lo que dice.
Se hablaba, durante la comida, de los huevos de Pascua. (No recuerdo a raíz de qué salió el tema)
Él, para no estar ajeno al tema, comentó que había estado vendiendo huevos de Pascua en una plaza de la ciudad.
Cargó en un bolso los siete mil huevos de Pascua que tenía para vender y en una tarde los vendió a todos.
Todos le empezaron a decir de lo mal que había estado puesto que no había traído ninguno para compartir.
Ante las críticas de los demás salió del paso manifestando que me había traído uno para compartir.
Recordé que me habían obsequiado uno y fui a buscarlo.
“Para que no lo critiquen más. Aquí está el que trajo para nosotros” dije yo mientras quitaba el plomo que envolvía al que me habían obsequiado.
Él se limitó a guardar silencio y a reír.
Jamás podré saber si su silencio se debía a que sabía yo estaba protegiendo su invento o se debía a que estaba convencido que lo que decía era lo que había hecho.
Allí las anteriores críticas se volvieron en lluvia de ponderaciones. Él solamente reía.
Cada tanto surge el tema y el hecho de que había tapado la boca a todos con el haber compartido uno con todos.
Él jamás dice nada y se limita a reír.
Hoy, que ha pasado mucho de aquel hecho, estoy convencido que cree haber traído uno para compartir con todos.
En oportunidades me pregunto cómo será su mundo puesto no tiene nada que ver con la realidad.
Cuando tenemos la oportunidad de repartir algo él manifiesta que va hasta la terminal (nueve cuadras de la parroquia) y allí se toma un taxi para no ir hasta su casa (tres cuadras de la parroquia) cargando peso.
Lo cierto es que en ese mundo de ficción en el que vive no tiene problemas.
Si me preguntan diría que es una persona feliz pese a lo limitado de sus capacidades y a lo ficticio de la realidad que lo rodea.
Sin duda que posee muchas limitaciones pero las mismas no hacen otra cosa que permitirle vivir en una realidad plena de ficción.
Hace pocos días me obsequiaron una carga de leña que él ayudó a bajar. Yo me encontraba en el centro cuando fueron a dejar la leña.
Él ayudó a descargar la camioneta. Cuando llegué me dijo: “Mire lo que le traje” y antes de retirarse, luego de la comida me manifestó: “Cuando se le esté por terminar la leña me avisa y le traigo otro viaje”
¿Será que para ser feliz en el hoy hay que ser como él?
¿Será que no sufre el verse ignorando la realidad?
Lo cierto es que, por más dificultades que presente la realidad, es mucho mejor saberse parte de la misma y no viviendo en un mundo irreal.
Compartiendo con personas como él uno se da cuenta y valora el don de poder saberse inmerso en la realidad cotidiana.
Su vivir al margen de la realidad no hace otra cosa que permitir valorar el poder tener problemas e intentar encontrarle una respuesta puesto que ello nos hace saber con capacidades como para enfrentarlos.
Bien vale una vida con dificultades que una vida donde todo se vuelve ni idea de lo que se vive.
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