Coraje en el Quebracho. Testimonios de los valientes. (I)
Por Leonardo Vinci.
Al cumplirse 135 años de la batalla del Quebracho, he preferido dar la palabra a uno de los revolucionarios para que nos cuente lo que ocurrió ese día.
Diría Víctor Arreguine- quien peleó junto a Batlle y Ordóñez- que «En lo más recio de la pelea, cuando el silbar de las balas ensordecía los oídos y las ametralladoras enemigas reventaban a mi lado, cuando mis compañeros caían junto a mí, muertos unos y heridos los otros, creí que habría de experimentar una serie de emociones desconocidas, pero nada de eso me sucedió; por el contrario, en aquellos momentos me encontraba con la mayor serenidad del mundo. Y creo que otro tanto les sucedía a mis compañeros; pues ninguno de ellos cabeceaba al oír el silbar de las balas que pasaban. Y todos marchaban ordenadamente vivando de vez en cuando a la revolución.
Cuando caímos prisioneros se nos condujo a la presencia del general Tajes, quien se portó como un caballero con nosotros, ordenando a sus soldados que nos tratasen con toda consideración.
A pesar que se nos garantizó la vida en el momento de tomársenos prisioneros, todos los revolucionarios estábamos abatidos, y como desesperados por no haber podido luchar más por la patria.
¡Qué contraste horrible en aquellos momentos entre la gente del gobierno y nosotros! Ellos celebrando el triunfo con las dianas de la victoria y nosotros lamentando la derrota de nuestras armas. ¡Y cómo no sufrir si al desplegar las banderas de la revolución caíamos vencidos por la fuerza, como aquellos atletas mitológicos que caían vencidos por los dioses! Nuestras almas experimentaban un infinito pesar, y más, viendo que el enemigo nos trataba, no como a enemigos, sino como a hermanos.
Dos días estuvimos acampados cerca del sitio donde se dio el combate, y desde el primer día estuvimos sumamente incómodos por el fuerte hedor que se desprendía de los cadáveres…
Cerca de trescientos revolucionarios quedaron muertos en las Puntas de Soto. ¡Cuánto luto para muchas familias! ¡Qué horrible desventura para la Patria! ¡Cuántas esperanzas perdidas! ¡Qué ideales sacrificados en el altar del bien!
La revolución ha muerto, y muchos hombres han muerto con ella, muchos ciudadanos probos que han tenido por norte su conciencia en las tinieblas de la vida.
¡Pobres mártires! Que duerman el sueño eterno en el seno de la Patria, y que el ángel del bien vele por ellos.
Entre los ciudadanos que cayeron como buenos al pie de las banderas revolucionarias debemos recordar a Teófilo Gil, el ciudadano viril que dio primero los frutos de su inteligencia y su vida después por la causa del pueblo y batallando con el corazón animado y con la frente serena.
Mucha sangre se ha derramado, muchos intereses se han sacrificado, pero todo se ha hecho por y para la Patria. Bien pueden los palmares de las Puntas de Soto señalar la Vía Crucis de la revolución. Sí. Y bien pueden las cruces puestas en las cuchillas señalar el camino de los revolucionarios…
Hemos peleado entre las palmas. Para el Gobierno, aquellas palmas fueron las de la victoria y para nosotros, fueron las palmas del martirio. Nosotros hemos perdido en la lucha brutal de la fuerza contra la fuerza; pero hemos cumplido con nuestro deber; hemos opuestos nuestros pechos a las balas en la contienda…
Pero olvidemos todo lo pasado, pensemos en el porvenir, y bendigamos a aquellos que cayeron luchando por los principios eternos de la moral en el desastre en 1886.»
La pandemia impidió que estuviéramos presentes en el mes de marzo en las Puntas de Soto del Quebracho, por lo que, a 135 años de la revolución, el sábado 30 de octubre, iremos al campo de batalla a presentar nuestros respetos a los 200 héroes caídos frente a la tumba del Dr. Teófilo Gil.
Los pueblos honrados no pueden olvidar jamás a sus mártires.