jueves 25 de abril, 2024
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9 de febrero de 1973 ¡La izquierda fue golpista!

Leonardo Vinci
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Por Leonardo Vinci
Cuando el ejército y la fuerza aérea el 9 de febrero de 1973 desconocieron a su Comandante Supremo,- no aceptando subordinarse al Ministro de Defensa,- y se alzaron contra el orden democrático, las autoridades coloradas y blancas estuvieron a favor de las instituciones republicanas. Sin embargo, la izquierda cargará por siempre la vergüenza de haber traicionado a la Democracia.
Los comunistas y sindicalistas de la CNT fueron golpistas, y los tupamaros, también se convirtieron en cómplices del alzamiento militar.
Ya en octubre de 1972, – con el aparato militar subversivo derrotado,- los uniformados comenzaron a preparar un golpe de estado y fueron denunciados por el Dr. Batlle, quien terminó siendo el primer preso político, procesado por la justicia militar y detenido por vilipendio a las fuerzas armadas. Luego, y durante meses, la izquierda, reiteradamente, instigó al desborde a los militares.
Mientras se resquebrajaban las instituciones, los izquierdistas sostuvieron que el debate no era entre la desobediencia castrense y la Constitución, sino entre el pueblo y la oligarquía. Prueba irrefutable de ello es la publicación en el Diario comunista El Popular, 11 de febrero de 1973 en la que se hace referencia a un proceso “donde caben indudablemente todos los militares patriotas que estén con la causa del pueblo”.
Aunque resulte difícil entenderlo, el líder del movimiento “peruanista” que llevaría adelante el golpe uruguayo sería Gregorio Álvarez, y en él creyeron los frenteamplistas en aquellas circunstancias.
La izquierda,- a excepción de Carlos Quijano,- respaldó con entusiasmo los comunicados 4 y 7 del ejército, y a pesar de la condena al marxismo en dichos pronunciamientos, las autoridades del Partido Comunista dijeron que los mismos “no invalidan en lo más mínimo la apreciación positiva de esos documentos programáticos y, más generalmente, de la postura que adoptan las Fuerzas Armadas” (Marcha, 16 de febrero de 1973).
En esas tormentosas horas, el senador comunista César Reyes Daglio proclamó: “más que nunca, obreros, estudiantes y militares” y el senador demócrata cristiano Juan Pablo Terra dijo que “los comunicados 4 y 7 han abierto una esperanza”.
Ha escrito el Dr. Sanguinetti que “Podríamos reseñar decenas de discursos, artículos y pronunciamientos de dirigentes frenteamplistas, todos en la misma dirección”.
A su vez, se preguntaba el Dr. Jorge Batlle que podía haber ocurrido en el Batallón Florida horas antes del desenlace. ¿De qué hablaron los generales Álvarez y Cristi en dos largas reuniones de 6 y 8 horas respectivamente con el prisionero Mauricio Rossencof? ¿Cuál habrá el tenor del diálogo entre el integrante de la dirección del MLN Adolfo Wasen Alaniz, que no estaba preso ese día,- y el Comandante del Batallón Florida el Tte. Cnel. Legnani? ¿Qué hacía Henri Engler, que no estando privado de su libertad, concurría habitualmente al Batallón?
Lo cierto es que existió una conspiración entre los tupamaros y mandos militares, en los que tuvo importante rol el astuto Coronel Trabal. Jorge Batlle nos dijo “A los tupamaros de entonces, dar un golpe de Estado con los militares no les parecía nada malo. Esa ideología nacionalista y autoritaria, en donde coincidieron con algunos oficiales del ejército, forma parte de su manera de ser, y lo demuestran todos los días en el gobierno”.
La Convención Nacional de trabajadores, (CNT) tras intentar negociar con los mandos golpistas, y luego que los tanques estuvieran en la calle, llegó a convocar a un acto con la consigna: “La única alternativa: oligarquía por un lado y civiles y militares por otro: gran mitin el jueves 22” (“Ahora”, 17 de febrero de 1973). El Dr. Sanguinetti ha dicho que “… estos son hechos y nada más que hechos. Hay cientos de documentos probatorios. Ocurre es que esta es una verdad incómoda: la dictadura les parecía bien si les incluía, proscribiendo o arrinconando a los partidos tradicionales.”
Capítulo aparte, imposible de ignorar, fue la conducta ejemplar del Vicealmirante Zorrilla, símbolo de la dignidad republicana. Su valiente decisión de defender a las Instituciones democráticas lo llevó a ordenar posicionar la flota de guerra frente a Montevideo y cercar la ciudad vieja, ofreciendo amparo al Supremo Comandante de las fuerzas armadas.
Tenemos razones para estar orgullosos del comportamiento de los batllistas el 9 de febrero de 1973, el día del Golpe de Estado.
Sin embargo, los izquierdistas y los tupamaros deberían estar avergonzados. ¡Fueron golpistas!