lunes 14 de octubre, 2024
  • 8 am

Extraña conducta

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
Su comportamiento me resultó por demás llamativo.
Había momentos en que no podía dejar de observarle.
Parecía uno de esos juguetes a pila que sufren de algún mal contacto. Me preguntaba, observándolo, si no necesitaría de algún golpe para volver a funcionar.
Parecía aquel personaje del “Chapulín” que sufría de “garrotera”.
Todo lo suyo es como un ritual aprendido de memoria e inalterable. Estaba cumpliendo con su actividad primera de cada jornada de encuentro.
Pasaba un paño húmedo en las mesas. Siempre hacer tal cosa es un algo que le requiere un buen tiempo ya que lo hace con cuidado y parsimonia. Pero en esta oportunidad todo era más lento que lo acostumbrado. En un determinado momento se quedó detenido, en una extraña posición, por varios minutos.
Así como se detuvo volvió a ponerse en movimiento como si nada hubiese pasado o una mano invisible hubiese logrado poner en su justo lugar a los contactos.
Continuó y concluyó con la limpieza de las mesas.
En segundo lugar debía poner las cucharas que habrían de ser necesarias para el almuerzo.
Desparramó sobre la mesa una cantidad de cucharas y comenzó a elegir las que habría de utilizar.
Repentinamente, como si un contacto volviese a fallar, se queda detenido con unas cucharas en la mano y observando las que aún están sobre la mesa.
Mira, no se mueve, no habla. Está detenido hasta que, parecería, vuelve a restablecer el contacto y ponerse en movimiento.
Junta las cucharas necesarias y comienza a colocarlas en sus respectivos lugares.
Su siguiente actividad es un prolongado y solemne ritual. Un ritual que requiere mucho tiempo y prolongada solemnidad.
Poner las servilletas de papel es lo que más tiempo le insume.
Primero hay que contar, en más de una oportunidad, los lugares dispuestos para los comensales.
Ya colocó, delante suyo, el rollo de servilletas y comienza a cortar la cantidad necesaria.
Cuando termina de apartar lo necesario vuelve a contarlas por temor a haber contado mal.
Cada una es cortada con sumo cuidado a los efectos de no apartarse del lugar de corte establecido en el rollo.
Vuelve a contar por las dudas por más que diese la impresión de no quedar muy convencido del resultado obtenido puesto que constantemente irá mirando los lugares y las que tiene en la mano para ver si son las correctas.
Debe doblar los rectángulos extraídos del rollo en cuidadosos triángulos y, entonces sí, colocando cada una junto a la cuchara. Restaban por colocar tres cuando algún contacto falló y se detuvo. Su mirada detenida en las tres que tenía en la mano y un brazo extendido hacia ningún lugar. Así quedó varios instantes hasta ponerse en funcionamiento.
Una vez concluida tal actividad se instala en “su” lugar donde escucha música. Una música que hoy no escuchó puesto que permaneció en silencio.
Sin música pero, también sin conversar se perdió dentro de la pantalla del celular que tenía delante. Los que fueron llegando necesitaron saludarlo en más de una oportunidad para que respondiese.
Al llegar la hora de la comida se ubicó y quedó mirando su plato muy largamente. Así pasó un muy largo tiempo hasta que se decidió a comer y se llevó dos o tres cucharadas a la boca.
Le preguntaron si comería helado y se limitó a mirar a quien le había preguntado y a esbozar una sonrisa pero sin pronunciar palabra alguna. Todos terminamos de comer y él continuaba con su helado.
Fue el último en levantarse de la mesa y su extraña conducta me dejó preocupado.