Los perros de Armando: Llegar a viejo

Armando Guglielmone Instructor canino – Educador etólogo Representante ovejeros alemanes von schutzmann Contacto: 098 539 682.
Debo admitir que hasta hace unos años los perros viejos no me provocaban sentimientos particularmente profundos, si compasión, deseo de que estén lo mejor posible y que no sufran, obviamente. Pero desde hace un tiempo, unos pocos años, cada vez que estoy con un perro viejo me sobrevienen unos sentimientos de ternura que en algunos casos te arrugan el corazón, provoca una empatía verlos tan débiles, con los ojos cansados y muchas veces casi pareciera vérsele lo sufrido de su vida a través de su mirada. Tal vez sea que a medida que pasan los años y se nos vuelve más cercana a nosotros la vejez ya que nuestros padres están mayores y nosotros mismos nos vamos alejando de la juventud nos tornamos más comprensivos con esta condición ya que dejó de ser algo lejano a nosotros. Los perros a partir de los ocho años aproximadamente comienzan la etapa geriátrica, no es de un día para otro obviamente y a algunos se les hace menos evidente el comienzo de esta etapa pero al que menos o al que más de a poco vemos cómo van perdiendo capacidades que otrora tenían. Ya saltar, correr, incluso caminar mucho se les torna cansador a perros que más jóvenes no tenían ningún problema en hacer estas cosas. A varios perros que adiestré de cachorros que por razones laborales, de tiempo o incluso físicas sus dueños no pueden salir con ellos los he seguido sacando durante años para ocio de ellos y sobre todo para que no pierdan la fineza en la ejecución de lo aprendido, a medida que van pasando los años voy viendo como la vejez empieza a hacer mella en estos, perros que eran extremadamente atléticos, fuertes y reactivos que ya no saltan, les cuesta subir escaleras, pierden parte de su capacidad visual y auditiva, provocan en mí al menos un sentimiento de pena bastante intenso. Verlos mirarme y al ver sus ojos parece que me dijeran: “lo siento, ya no puedo”, provocándome una ternura y comprensión que duele. Duele más cuando recuerdo los perros que he tenido que estando viejos y pese a darles abrigo, comida, compañía no les di tal vez la suficiente atención que siento ahora la necesidad de hacerlo. Es tal vez que con la excusa de que ya cumplió con su tarea y ahora tiene que descansar nos deslindamos del deber que nos compete a nosotros ahora como propietarios, que es brindarles mucho más atención y afecto que antes, con la vejez terminan sus obligaciones funcionales pero deben comenzar a disfrutar de una atención nuestra mayor aún que en su juventud. Hace unos días volviendo de un viaje y deteniéndonos en una estación de servicio, en Young más precisamente, se acercó una perrita con un abrigo camuflado caminando bien cansina, me miró y parecía decirme: “hola, yo soy vieja”, le comencé a dar galletitas y mientras las comía con lentitud, como perro viejo, todos en mi familia la mirábamos con simpatía, amor y hasta cierta pena pues uno sabe que está en sus últimos años y quisiera que tuviese un hogar y uno no le puede dar.
Debemos tal vez empezar a apreciar más la compañía de nuestros perros viejos, tal vez ya no puedan salir a correr o jugar con nosotros pero seguramente puedan servir para recibir caricias y compañía, y recordarnos que dar afecto no tiene fecha de caducidad, tal vez así ya de paso ayudarnos a ser mejores personas, una vez más.