lunes 6 de mayo, 2024
  • 8 am

Al borde del camino

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín
Ponce de León
A quien gusta de la naturaleza y la tranquilidad el lugar debe resultar fascinante. Una inmensa franja de tupida maraña de árboles y enredaderas crecen en la cumbre de un barranco. Allá abajo el río golpea incansablemente en la orilla sin que se sepa si es que desea aferrarse a alguno de los troncos para poder quedarse o se desea llevarse algún trozo de la costa en su interminable marcha. Entre esa vegetación enmarañada, pero al borde del camino, se encuentra una buena cantidad de “ranchos” Modestas, muy modestas, construcciones donde se pueden encontrar personas que viven muy acordes a sus viviendas. Sería interesante poder disponer de tiempo como para poder conocer las historias que les han llevado a esa situación. Mientras recorro alguno de esos lugares siento que mis ojos se vuelven grandes para atesorar en mi interior lo que voy encontrando. Me llama la atención el cómo pueden convivir con unos enormes y oscuros mosquitos que, parecería, poseen una abundante hambre. Mientras intentaba alejarlos de mi cara y mis brazos veía que quien nos enseñaba su casa era totalmente ajeno a su presencia. Esos mosquitos no eran unos sino muchísimos y deben sentirse muy a gusto entre la humedad del lugar y la abundante vegetación. Es evidente que en aquellas modestas viviendas no hay luz ni agua. Todo es muy precario salvo el paisaje. En algunos lugares las casas están muy juntas pero la gran mayoría se encuentran aisladas como para conservar soledad e independencia. Ese aislamiento hace que uno pueda, al borde del camino, encontrarse con lo precario de cada vivienda. Chapas ya usadas, maderas y nylon son los materiales comunes para la construcción. Cada uno de esos elementos se mezcla dando la imagen de mayor precariedad. Muchos de esos ranchos apenas son visibles desde el camino que cruza cerca. Ellos son marginales al mismo. Son, apenas, unas sombras extrañas al lugar que pueden resultar invisibles para los que transitan por el camino. Suele ser ello lo que, generalmente, sucede con la realidad de tantos pobres que están al borde del camino. Son sobrevivientes que ya ni “piden pan” Están allí pero pueden resultar invisibles, con gran facilidad, para quienes transitan el camino movidos por la prisa. Están allí y pueden resultar parte incómoda del paisaje puesto que pueden resultar parte incómoda del paisaje. Están allí pero su presencia puede resultar una molesta distorsión del paisaje. Me retiro del lugar y me quedo pensando en la actitud constante de Jesús con respecto a quienes se encontraban al borde del camino. Eran los destinatarios de su atención preferente y a ellos les brindaba sus signos que decían de cercanía. Eran los destinatarios de esos signos suyos que decían de humanización. Eran los destinatarios de detalles que les hacían saber que Dios no los marginaba. Los veía, los escuchaba, les brindaba sus mano y los hacía saber dignos. Allí, al borde del camino, están ellos esperando.