Por el Dr. César Suárez
Si bien las personas somos seres humanos, no somos todos iguales y sin dudas con composición genética heredada de una mezcla aportada por todos los ascendientes genera un macramé individual con infinitas variables que generan combinaciones irrepetibles.
Siendo parecidos, somos tan diferente, tanto que entre persona conocidas es casi imposible confundirse y podemos identificar claramente quien es quien por más parecidos que sean.
Pero no solamente por físico podemos identificar a otra persona, también lo podemos hacer por su personalidad, por su forma de ser, cada uno tiene un patrón de conducta que también con el tiempo, resulta inconfundible, personalidad que también es generada por la genética que nos ha tocado y si bien se puede pulir a causa de factores culturales afinando nuestra conducta, en el fondo, seguimos siendo lo que éramos.
Pero no sólo se hereda en forma genética el aspecto físico y la personalidad, también se heredan debilidades y fortalezas y dentro de las debilidades, se heredan tendencia a padecer ciertas enfermedades, sobre todo metabólicas, cardiovasculares, inflamatorias y hasta las de la esfera mental, cada una de ellas favorecidas por la exposición a los factores ambientales o a factores que afectan la vida emocional que podría centralizarse en la palabra estrés.
Como dice el refrán popular, “cada uno sabe donde le aprieta el zapato” y por consiguiente debe encontrar la manera de corregir cada situación que lo afecta para acomodarse a las circunstancias.
Hay veces que los males pasan desapercibidos por transitan en forma “subterránea” sin dar señales y sólo los estudios de laboratorio clínico junto a otros recursos tecnológicos se adelantan a los síntomas y determinan por ejemplo que una persona es hipertensa, o diabética o tiene cierto grado de sordera o trastornos de la visión, un trastorno metabólico, una alteración hormonal, un déficit respiratorio o una insuficiencia renal o algún padecimiento cardíaco o una infección venérea silenciosa, un cáncer de útero o en la próstata o en cualquier otra parte.
Es aquí donde disponer un médico de cabecera y los chequeos periódicos juegan un papel esencial.
Una de las enfermedades silenciosas frecuentes es la diabetes que puede pasar mucho tiempo sin ser advertida, se puede detectar tempranamente con una rutina de laboratorio, a pesar de existir estas facilidades hay muchas personas que transitan por la vida sin enterarse se su enfermedad y no se tratan ni cumplen con las medidas necesarias y acumulan un deterioro casi asintomático que cuando lo perciben, ya es tarde porque las alteraciones de la circulación fina, sobre todo capilares, han llegado a un estado irreversible afectando la sensibilidad en los pies, la visión, la función renal, la función cardíaca y de todos los órganos de dependen de la circulación dependiente de los capilares.
Uno de los graves trastornos que constatamos, son los referidos a las úlceras de los pies, Los trastornos circulatorios alteran la vitalidad de la piel y sobre todo la sensibilidad lo que lleva a que las personas no perciban el dolor que debe generar el roce de un zapato que aprieta provocándose heridas severas sin que la persona se dé cuenta.
En este caso no aplica el refrán popular de “cada uno sabe donde le aprieta el zapato” porque el diabético no se da cuenta y una vez instaladas esas úlceras resultan muy difíciles de curar, sobre todo si el paciente no cumple con todas las indicaciones médicas como frecuentemente suele suceder.
Para el diabético sería imprescindible saber donde le prieta el zapato y para eso se tiene que enterar tempranamente de su condición diabético a través de sencillo examen para después cumplir cabalmente con todas las medidas necesarias para preservan su organismo en forma saludable.
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