Cercanía
Por el Padre Martín Ponce de León.
Podemos reconocerla y experimentarla desde muchas advocaciones, pero siempre estaremos diciendo de la misma y única. María es, sin lugar a dudas, mujer, madre y amiga, que podemos sentir como muy cercana en nuestra vida. Como mujer nos muestra esos rasgos femeninos que nos dicen de Dios en sus aspectos más tiernos y delicados. Nos cuesta descubrir debido a nuestra formación, en nuestra imagen de Dios, rasgos femeninos ya que nos quedamos en la figura de Dios como un Padre, pero alcanza con observar nuestra experiencia para llegar a la certeza de que, en Dios, existen gestos colmados de feminidad. Dios es delicadeza, ternura y mimos que se nos regalan constantemente. Como madre nos conoce y ama de manera muy particular. Siempre está pendiente de nosotros puesto que jamás olvida que somos sus hijos. Podremos equivocarnos (y lo hacemos), pero no olvida su condición de madre y desde allí nos trata y se relaciona con nosotros. Jamás reniega de nosotros, su amor materno se encuentra por sobre nuestras actitudes. Como amiga siempre está cerca nuestro para ayudarnos a ser mejores como personas y más coherentes como cristianos. Nos ayuda a poner en práctica lo mejor de nosotros en el servicio a los demás y cuando nos equivocamos nos brinda nuevas oportunidades para que nuestra vida sea un aprender. Es tan cercana a nosotros que no necesitamos pronunciar palabras para ser escuchados por ella. Alcanza que nuestro corazón manifieste la necesidad de ser ayudados para que la experimentemos ofreciéndonos su mano cálida para que nos aferremos a ella. Cuando acudimos a ella su rostro se pinta con el color de la felicidad puesto que nada le hace más dichosa que poder brindar su mano a quienes le necesitan para ayudarles a vivir conforme su hijo. Sus ojos se colman de chispas brillantes y húmedas ya que nada le complace más que ser útil y cercana.
Sus días, de muchas horas y mil tareas, están enteramente dedicados a estar pendiente de sus hijos, puesto que lo de ella es servicio y disponibilidad. Jamás nos podemos “apropiar” de María puesto que nunca será exclusivamente nuestra, pero, sí podemos sentir que es “miísima” ya que constantemente a nuestra completa disposición. A María no la vivimos mirando hacia arriba, sino que la debemos experimentar muy junto a nosotros.
Tan junto como podemos experimentar a nuestra madre o a una amiga ya que forman parte de nuestra vida y, por lo tanto, en nuestro interior.
María jamás se aleja de nosotros. Siempre está cerca, muy cerca, para que le planteemos nuestras inquietudes, dudas o temores y ella, siempre con delicada ternura, nos ofrecerá su mano para que, aferrados a ella, podamos enfrentar las situaciones o inquietudes, como corresponde y vale la pena. Lo suyo es muy concreto y jamás nos saca de la realidad. Lo suyo es muy humano y realista, por ello su ayuda nos hace vivir la vida con plenitud y verdad. María no es una teórica ni una utópica. Nos ayuda desde su tener los pies sobre la tierra con sencillez y sentido común. María es tan cercana que con todo nuestro amor podemos manifestarle que somos “tuyísimos”.