Líderes conducidos
Por Gustavo Varela
Liderar a un grupo de personas no es una tarea sencilla, pues supone interpretar los gustos y preferencias de la gente y representarlos, pero además, el líder tiene que tener una sensación superior que le permita visualizar antes que nadie, las consecuencias que acarrea lo que él hace, dice, o impide.
Si uno repasa lo que dice la “academia”, podemos leer que el liderazgo conlleva los conceptos de, pensamiento creativo, habilidades de comunicación, empatía, resiliencia, adaptaciones al cambio, y muchos de otros conceptos que surgen de los manuales sociológicos, que aportan conceptos interesantes, pero que no explican lo que para mí es el más importante de todos, y que consiste en que el líder debe de tener el suficiente carácter, para trazar un camino y avanzar en él, e inclusive ir en contra de la opinión pública, o de la opinión de su grupo, si está convencido de que el camino que se trazó, y no coincide con el de la mayoría, es el correcto.
Muchas veces encontramos a personas que las circunstancias las pone a liderar un grupo, o una causa, y ellos no dan la talla, pues no saben decir que no, o no saben oponerse a posiciones mayoritarias, o tienen temor de asumir posiciones diferentes a lo que la mayoría expresa.
Hay ejemplos de sobra, pero me basta traer a colación lo que fue la actitud de Wilson Ferreira Aldunate, que habiendo sido el único de los líderes que no pactó con la dictadura, fue quien ideó, propuso y logró que se votara la Ley de Amnistía y la de Caducidad, que a la distancia fueron las que pacificaron nuestro país, después de un tiempo de terror.
Sin tener preparado al Partido, poco a poco fue convenciendo con argumentos sólidos a la mayoría, y vio donde todos miraban la oscuridad, una luz de esperanza que a la postre fue fundamental.
Y esto viene a colación con la postura que la fórmula del FA tiene con respecto al plebiscito sobre la reforma de la Seguridad Social, que por tener miedo de que eso puede afectar la suerte electoral de su partido, son dubitativos a la hora opinar sobre el mismo, e inclusive, la candidata a la vicepresidencia, que hasta las internas no opinó pero firmó para que hubiera plebiscito, por miedo a perder el apoyo del Partido Comunista, su principal sostén, hoy, luego de perder la misma, aconseja no votar la derogación de la reforma.
¿Cuál es la opinión que hay que creerles a los representantes del FA?
¿La que decían que había que apoyar la recolección de firmas para tirar abajo la reforma, o la que dicen ahora que no hay que apoyarla?
¿Qué garantía podemos tener que esos líderes conduzcan al País por buenos caminos?
¿Cuál es la opinión que tienen, la que expresan o la que callan?
¿Lo que expresan es lo que creen y quieren, o les sirve expresarla sólo para ganar?
Cuando los líderes cambian de opinión, cosa que no está mal si reconocen tener posturas equivocadas, deben de explicar claramente el porqué de esos cambios.
En caso contrario, son simples flancitos que se van acomodando de acuerdo a los envases que van utilizando, que es básicamente lo que creo que está ocurriendo con la fórmula presidencial del Frente Amplio, muy buenos aprendices que aquel filósofo que decía, “así como te digo una cosa, te digo la otra”.
¡Así nos fue!