Por el Padre Martín Ponce de León
“Las recorridas” es una actividad que lleva adelante un grupo de personas, por distintos puntos de la ciudad para dejar, allí, un algo de lo que se ha logrado obtener. Son destinos fijos y conocidos puesto que allí funciona un comedor o un merendero. Según las circunstancias del lugar se deja algo o mucho de lo que semanalmente se posee para distribuir.
A medida va transcurriendo la recorrida” uno va teniendo la oportunidad de encontrarse con muy diversas realidades del medio, cada lugar de destino y de encuentro semanal, permite la realidad de situaciones diversas, pero, también, de notas comunes.
En algunos lugares uno puede encontrarse con la parquedad de los que están al frente o con la verborragia de quienes requieren de tiempo para escuchar sus relatos.
Generalmente los relatos están cargados de situaciones difíciles por las que deben pasar o por necesidades que se plantean. En la mayoría de los casos, por más que puedan esperar una palabra de ánimo o de esperanza, los relatos son realizados con el fin de compartir y desahogarse. Es la ocasión de sacar de dentro algo que se les ha “atragantado” o duele en el interior de sus personas.
En otros lugares abundan las solicitudes ante necesidades concretas que van surgiendo o ante proyectos que desean llevar adelante. No faltan los lugares donde se comparten situaciones familiares o barriales de nada fácil solución, aunque las mismas se quedan en lo profundo de quienes realizan las recorridas.
Sin lugar a dudas ello es lo más enriquecedor de “las recorridas” ya que permiten la cercanía con realidades que, por lo general, están lejos de quienes realizan esa tarea. Por más que, con el tiempo, se han ido acostumbrando a situaciones que, tal vez, estaban distantes de suponer. Las situaciones, dramáticas de por sí, adquieren una mayor dimensión cuando se identifican a rostros o nombres que resultan conocidos. Allí la impotencia se vuelve mayor.
Los alimentos o lo que se pueda dejar en cada lugar suele ser una ayuda a la tarea que ellos, en su medio, pueden realizar. Lo verdaderamente importante es poder compartir e interesarse por esas diversas situaciones que se encuentran en cada destino.
También, es parte de “las recorridas” el encuentro con algunas personas que, si bien no tienen un comedor o un merendero, siempre se acercan hasta el vehículo en la que la actividad se realiza, sabiendo que algo habrán de recibir.
Cada “recorrida” está precedida de la tarea que realizan algunas personas y consiste en preparar algo del material que, luego, se habrá de distribuir. Es muy meritoria esta tarea ya que trabajan detrás del anonimato y el silencio. Algunas no salen en “las recorridas” y no disfrutan del encuentro de las gentes de los barrios.
Semanalmente se recorren siete u ocho lugares donde se dejan los alimentos y se produce el encuentro con sus realidades. Pero, casi siempre, hay alguna situación extra donde se necesita una mano y donde se da una mano.
Entiendo que “las recorridas” son un baño humanizador de solidaridad. Diversas miserias humanas conviven con solidaridad hecha tarea concreta, pero, también, es la oportunidad (regalo de Dios) de estar cerca y acompañar, en distinta medida, a situaciones que no pueden tenerse como ajenas. Reconforta el poder observar sus logros. Estimula el compartir sus pasos detrás de un sueño de superación. Cuestiona el que superen dificultades y se colmen de entusiasmo ante un avance.
Para quienes realizan la tarea debe ser, sin duda, la oportunidad de vivir lo esencial del cristianismo que es, salir a la intemperie y encontrarse con ese Jesús que vive en aquellos que esperan de los demás para saberse dignos como seres humanos.
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